El origen de Marchamalo es muy antiguo, y data de las primeras civilizaciones socialmente organizadas de la Península Ibérica. Hay indicios de que el primer asentamiento que puede relacionarse con los primeros moradores de Marchamalo es el de la antigua Arriaca, un asentamiento primero carpetano y después hispano-romano que se favoreció desde sus inicios por estar situado al pie de importantes vías de comunicación.
Los vestigios de mayor antigüedad encontrados apuntan a que Arriaca se situaba algo más al noreste del emplazamiento actual de nuestra población, en el paraje conocido precisamente como ‘El Tesoro’, dada la gran cantidad de monedas y restos cerámicos de época romana que se han ido hallando en el lugar. Existen vestigios arqueológicos de una gran necrópolis e, incluso, de algún asentamiento próximo. Otros restos, en este caso de un alfar romano, ya han aparecido en el paraje de San Sebastián, situado en el entorno del Polígono del Henares.
Si en un principio fue la Vía Augusta o Domiciana la que fue el motor económico de Arriaca, más allá de las tradicionales actividades agrícolas, ganaderas y comerciales, después lo serían el Camino Real de Navarra (Cañada Galiana) y el de Guadalajara, situándose Marchamalo en su cruce, dando lugar a nuestra ubicación actual.
El carácter de Marchamalo como cruce de caminos ha sido el motor de nuestro desarrollo económico y social hasta llegar a nuestros días, siendo éste el principal motivo del vertiginoso aumento de población vivido en las últimas décadas y, en especial, en el último lustro.
Nuestra condición de municipio perteneciente al área de desarrollo industrial, empresarial y residencial conocida como el Corredor del Henares, compuesta por todos los términos municipales situados en el área de expansión de Madrid, desde la capital de España hasta Guadalajara, lo que ha conllevado el reciente y radical cambio experimentado por Marchamalo.
Sin embargo, Marchamalo ha sido un lugar donde se han vivido y padecido en primera persona algunos de los más reseñables capítulos de nuestra historia, desde la ocupación romana, a la árabe y la Reconquista, pasando después por la marca que dejó la plaga de peste negra o la Inquisición, el Renacimiento, la Guerra de Sucesión y la de Independencia, hasta llegar al siglo XX y superar el terrible periodo de la Guerra Civil y la dictadura franquista.
En esta web municipal se puede encontrar un breve resumen de los principales acontecimientos históricos de nuestro municipio, divididos en diferentes periodos, que pueden conocerse más pormenorizadamente recurriendo a la investigación histórica o leyendo el libro ‘Noticias, Documentos y Hallazgos para la Historia de Marchamalo’, redactado por Juan Enrique Ablanque Oliveros, Cronista Oficial de Marchamalo y editado en el año 2003 por el Ayuntamiento de Marchamalo.
Cronista Oficial
Juan Enrique Ablanque Oliveros, nacido en Marchamalo el 29 de agosto de 1955, es el Cronista Oficial de nuestra localidad desde mayo de 2006, cuando es nombrado por el Ayuntamiento reunido en pleno con la unanimidad de todos sus miembros.
De profundas raíces marchamaleras, estudió de niño en las distintas escuelas de Marchamalo, siendo su último maestro Don Luis Acevedo, quien le propuso para realizar el examen de Ingreso al Bachillerato con 9 años. Después desarrollaría sus conocimientos como bachiller en el Instituto Brianda de Mendoza de Guadalajara durante dos etapas distintas. La primera, cuando este emblemático centro educativo estaba situado en las instalaciones del Liceo Caracense, y la segunda, al regreso de cumplir con el servicio militar obligatorio, ya en su lugar actual.
Llegada su madurez plasma su creciente afición por la historia en diferentes investigaciones que comienza a publicar en revistas especializadas de la provincia, como Cuadernos de Etnología de Guadalajara. Sus trabajos más relevantes saldrán a la luz con la colaboración del Ayuntamiento de Marchamalo antes de su nombramiento como Cronista Oficial, colaborando activamente en los dos libros de recopilación de fotografías antiguas ‘Marchamalo y sus gentes’ e ‘Historia gráfica de Marchamalo en el siglo XX’, así como en su principal publicación, el libro ‘Noticias, documentos y hallazgos para la Historia de Marchamalo’, la referencia más completa sobre nuestro pasado hasta el momento.
Actualmente y además de en esta web, donde todas las referencias a nuestra historia como población parten de su documentación e investigaciones, publica habitualmente en la revista municipal ‘La Voz de Marchamalo’, donde van saliendo a la luz de forma periódica nuevos hallazgos o referencias a nuestro pasado.
También es el autor de los minuciosos mapas que hacen referencia a Marchamalo y a los parajes de su término municipal en torno al siglo XVII, basados en el pormenorizado trabajo de campo del Catastro de la Ensenada y otras fuentes adicionales. Pueden ser consultados y descargados en los enlaces de la derecha.
La inspiración y consolidación de su labor bebe de dos fuentes fundamentales, su trabajo de documentación pormenorizado sobre el municipio dentro de la historia de nuestro país, así como la labor de investigación en archivos, bibliotecas y hemerotecas y, muy significativamente, de la tradición oral y memoria colectiva de nuestro municipio, directamente entroncada y fundamentada con hechos o vestigios históricos debidamente contrastados.
Además de Cronista Oficial de Marchamalo es miembro de la Asociación de Amigos del Archivo Histórico de Guadalajara y activo colaborador y miembro del colectivo Amigos del Archivo Histórico de Guadalajara y del Museo Provincial, participa en cursos y simposium sobre Historia y Arqueología y en otros grupos de investigación como es el de los Historiadores del Valle del Henares.
Orígenes
Dentro de la provincia romana de Carpetania se encontraba la mansio de Arriaca, junto a la Vía Domiciana, una importante calzada romana que formaba parte de la red de comuniciaciones construída por Roma en Hispania. Según el itinerario Antonino, unía las ciudades de Emerita Augusta (Mérida) con Caesaraugusta (Zaragoza) y Tarraco (Tarragona).
El camino que enlaza estas antiguas ciudades a través de nuestra tierra atraviesa las poblaciones de Complutum (Alcalá de Henares), Arriaca (Marchamalo), Caesada (Hita-Espinosa) y Segontia (Sigüenza), encontrándose situadas entre sí a una distancia media de 30 kilómetros, el equivalente a una jornada de viaje por aquel entonces.
La vía romana discurre por el valle del Henares, siempre por el trazado más recto posible, reuniendo dichas mansiones determinadas condiciones para el descanso, pernoctación y avituallamiento de viajeros, comerciantes y tropas, como son los pastos, forrajes, la leña y la caza disponibles en la zona. La distancia indicada en el itinerario entre Complutum y Arriaca es de 22 millas romanas (32,5 km).
Los restos arqueológicos que han venido apareciendo en la zona donde se estima que se encontraba enclavada la antigua Arriaca, junto a una necrópolis hispanorromana de entre los siglos primero al cuarto, dieron nombre hace varios siglos al paraje conocido como El Tesoro.
Desde el año 1840 se conoce la aparición de restos arqueológicos de época romana en este paraje marchamalero. En el año 1900 se halla una lápida funeraria que fue encontrada en el lugar, junto a otro nutrido grupo de piezas que en su día se extraviaron. Desde entonces fue instalada en la Plaza de la Constitución (Plaza Mayor), sirviendo de asiento o poyo. Este vestigio, que se creía perdido, fue conservado por una familia de la localidad, en el patio de la panadería de los herederos de Ángel Ortega (Felisa, Ángel y Javier) siendo recientemente recuperada y colocada con los oportunos permisos oficiales en el vestíbulo del Ateneo Arriaca, donde hoy puede apreciarse su inscripción, revisada y actualizada por el arqueólogo Emilio Gamo.
En el año 1929 los autores de la guía arqueológica de Guadalajara hablan del paraje de El Tesoro, mencionando el hallazgo de alhajas y monedas, indicando que la inscripción de la citada lápida se encontraba ya muy borrosa, empotrada en una casa de la Plaza Mayor. En diciembre de 1988, como consecuencia de importantes labores de remoción del terreno para uso agrícola y, aparentemente, para aprovechar la fertilidad de la tierra del nivel arqueológico, parte de la finca fue removida hasta una gran profundidad, haciendo aflorar los restos antiguos.
Estos vestigios recogidos en superficie fueron estudiados y catalogados por Juan Manuel Abascal en 1989 con su publicación en Antiguedad y Cristianismo, de la Universidad de Murcia. Entre ellos cuchillos, lanzas, herramientas, terra-sigilata hispánica, cerámica pintada, agujas de hueso, vidrio, bronce, fichas de hueso, placas de perfumes y monedas.
Las conclusiones de la publicación hacen referencia a que «nos encontramos ante otro asentamiento de época romana en el curso medio del río Henares. No obstante, se observa una mayor concentración de yacimientos en el área de Marchamalo, siendo El Tesoro un yacimiento diferente a lo que conocemos de estos pequeños núcleos que van apareciendo. La existencia de un edificio construido con sillares parece indicar que estamos ante un asentamiento de una entidad mayor a la del resto. La posible masio en la que algunos autores sitúan Arriaca podría explicar la existencia de los restos de posibles villae muy cercanos«.
En 1999 se hallan nuevos restos arqueológicos de época romana en terrenos del Polígono Industrial del Henares, en el término de Marchamalo, junto a la cañada de San Sebastián y paraje de Marchamalillo, donde trabaja el arqueólogo Miguel Ángel Cuadrado.
En sus conclusiones plasma que «los restos descubiertos parecen corresponder a la parte inferior de un horno y el praefurnium anexo, el primero de forma rectangular, es una superficie horizontal cubierta de hollín y construída con una técnica similar al opus signinum, trozos de ladrillo y cal. El praefurnium es un espacio de las mismas características, más reducido. Todos conservan parte del alzado y las estructuras que las sustentaban, dado que la cámara era subterránea. La estancia tiene una mayor calidad constructiva, con muros sólidos, realizados con piedras grandes y un reboco de estuco cuidado e incluso moldurado«.
Edad media
Después de la caída del Imperio Romano, se produce en la Penísula Ibérica la invasión de los bárbaros procedentes de centroeuropa, que tuvieron en Toledo su centro de poder político y religioso, ciudad donde se celebraron varios concilios que afianzaron el cristianismo ya introducido en época romana. Mientras tanto, ¿qué ocurrió con Arriaca?
Las epidemias de peste fueron continuas a partir del siglo VI, lo que condujo a una alta mortandad que, posiblemente, dio lugar a que el poblado fuera deshabitado. Se conocen restos y tumbas de época visigoda en el paraje cercano conocido como El Ruiseñor, ya en término de Guadalajara, junto a la nueva carretera de Conexión de Polígonos.
En el marco de las luchas internas por el poder entre los últimos reyes godos, Witiza y Rodrigo, se produce la invasión musulmana en el año 711, y con ella el final del reino visigodo. Después de la batalla de la Janda y, años más tarde, en Guadalete, los árabes avanzan en sus conquistas a través de las calzadas romanas.
Procedentes del medio oriente, con inclusión de algunas tribus bereberes al mando de Tarik y Muza, llegan al valle del Henares, donde fundarán Wad al-Hayara (Guadalajara), que llegará a ser capital de la Marca Media de Al-Ándalus, constituyendo una defensa militar reforzada con la construcción de una serie de castillos y fortalezas de tipo defensivo para salvaguardar los pasos naturales que en Atienza, Sigüenza, Jadraque, Hita y Guadalajara jalonaban la estructura fronteriza de estos territorios frente a los reinos cristianos establecidos al otro lado del Sistema Central.
Wad al-Hayara será la capital de un extenso territorio que servirá de cabecera de las alquerías y aldeas, lo que será conocido como el alfoz de Wad al-Hayara. El historiador musulmán Ahmed al-Razi, en su descripción de la Península Ibérica, lo califica como un lugar donde su territorio está limitado por la cadena montañosa que separa las dos Españas, donde se encuentran excelentes territorios para la caza, zonas montañosas y campiñas para el regadío. Este territorio dependía de una kura, o gran ciudad, Tulaytula (Toledo), y a su vez, otra más pequeña de carácter administrativo-militar como lo era Wad al-Hayara.
El alfoz estaba formado por ikrim, un glupo de amelías (aldeas) que pagaban sus tributos en ganados y productos agrícolas. Una de éstas amelías (amal) era Marchamalo (March-amal, que significa Prado Hermoso) en el camino del norte. También pudo ser un March-hamal, o Prado de los Ganados. El origen del topónimo y su significado en bastante clarificador, al dar nombre a un inmenso prado encharcado o marjal, posiblemente colonizado por tribus bereberes, quizás unidos a hispanorromanos (mozárabes) procedentes de Arriaca, los cuales habitarían este lugar dedicándose principalmente al pastoreo, la caza y el cultivo de cereales y productos hortícolas, aprovechando el regadío formado por los manantiales que brotaban en el alcor cercano y que inundaban con sus aguas el marjal.
Sus viviendas fueron construidas con barro, piedra, adobe, cañas y paja, y se trasladarían a la cercana ciudad para vender productos agrícolas y ganaderos a través del puente califal sobre el río Henares, mandado construir por Abderramán I en el siglo X.
Es muy probable que la aldea de Marchamalo formara parte del poema de Mío Cid en el capítulo de la algara a Alcalá de Henares, donde Alvarfáñez de Minaya se interna para robar ganado y capturar prisioneros para cobrar posteriores rescates en Castejón de Henares, donde se encontraba el Cid. Esto lo corrobora el hecho de que una operación como ésta hasta Alcalá de Henares debió hacerse a través del único camino que ofrecía garantías para conducir ganados y personas de manera rápida ante la proximidad de la fortaleza militar de Wad al-Hayara. Esto requería que se hiciera a través de la calzada romana que discurría por la orilla derecha del río Henares, «fenares arriba e por Wad al-Fayara…».
En 1085 se produce la conquista del Reino de Toledo por Alfonso VI, a raíz de la división producida por los Reinos de Taifas y la división del califato cordobés, que debilitan Al-Andalus. Acosado por los enfrentamientos internos, el Reino de Toledo y con él la ciudad de Guadalajara y su alfoz, con Marchamalo y las demás aldeas y alquerías, como Bel-Jafel, pasarán a dominio cristiano con Alfonso VI.
Es el momento de mayor apogeo del Reino de Toledo, cuando sus fronteras llegan hasta Córdoba y Valencia. El rey cristiano se hace con unos territorios en los que convive una pluralidad religiosa y cultural representada por mozárabes, mudéjares, musulmanes y judíos que se debilitará un año más tarde con la derrota de Alfonso VI en Sagrajas (1086) a manos de los fanáticos almorávides, que fijarán la frontera en la línea del río Tajo («…vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, porque Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos…»).
El Común de Villa y Tierra de Guadalajara – El fuero de Alfonso VII
En el año 1133, Alfonso VII otorgará a Guadalajara y sus aldeas el primer fuero o carta-puebla conocido. Dicho fuero estaba encaminado a conseguir la repoblación de este territorio, sin duda despoblado, y a reforzar como corresponde zonas fronterizas e intereses comunes, fortaleciendo la defensa de la monarquía frente a las apetencias de la incipiente nobleza y la Iglesia, ávidas de territorios donde imponer su poder feudal.
El régimen de realengo, sólo sometido a la jurisdicción real, hará que el Común y sus aldeas sea el más firme baluarte en la defensa de la monarquía cristiana y sus intereses comunales en clara simbiosis de objetivos frente el avance de la propiedad privada, representada por el régimen señorial y el de abadengo, que corresponderá al clero en sus diversas organizaciones eclesiásticas.
Alfonso VIII será el monarca que venga a dar un impulso mayor a la Reconquista con la victoria de las Navas de Tolosa (año 1212), fijando la frontera más allá del Tajo, con lo que la seguridad de estos territorios será un acicate mayor para su repoblación.
Mientras tanto, la aldea de Marchamalo, será directamente dependiente de los reyes al ser territorio de realengo o concejo de hombres libres, al que se le habían otorgado cartas-pueblas y fueros, siendo aldea dependiente de la Ciudad de Guadalajara. A Marchamalo se le concede una gran extensión de terreno, confirmado por sucesivos reyes. En la superficie de este término quedarán incluidos los montes comunales y la dehesa boyal, junto con las propiedades familiares otorgadas en dicha repoblación a los nuevos colonos y campesinos.
El concejo público se reunirá a campaña tañida para tomar acuerdos y decisiones que afecten a los vecinos del lugar, así como para la elección de oficios, alcaldes y regidores bajo jurisdicción de Guadalajara (muchas de estas decisiones tendrán un carácter ‘democrático’, en clara diferencia a los territorios bajo jurisdicción de nobles y eclesiásticos).
Fernando III ‘El Santo’ acrecentó con nuevos privilegios y libertados los que ya tenía el Común, como sería el Fuero de 1219 y 1251, por el que se restituían a Guadalajara las aldeas que habían sido enajenadas, no permitiendo injerencia alguna del clero y la nobleza en asuntos de Cortes, en los que Guadalajara tenía una importante representación, celebrándose en el Alcázar de la Ciudad.
Alfonso X ‘El Sabio’ también concedió grandes privilegios al Común, y establece una feria que durará 11 días en el año 1291, concede a su hija Berenguela el señorío de Guadalajara, residiendo allí con su hermano Pedro. Será la fundadora del Convento de Santa Clara. Algunos años más tarde, la Infanta Isabel, hija de Sancho IV, dará el impulso definitivo a este convento tan ligado a Marchamalo a través del aya de la Reina, Doña María Coronel (en este momento aparecen las primeras noticias escritas sobre Marchamalo).
Alfonso X daría un fuerte impulso al desarrollo económico y al comercio de la lana en Castilla, creando el Concejo de la Mesta. Conocemos el paso por el centro de Marchamalo de dos cañadas que formaban parte de la red de vías pecuarias en torno a la Cañada Real Riojana, más conocida como Galiana. Una de ellas, la que procede de Hita y Fontanar hacia Alcalá, será más tarde el Camino Real de Navarra.
No es descabellado creer que en torno a estas vías pecuarias se fuera formando el caserío actual, una vez talado el bosque para convertirlo en terrenos cultivables. La vieja mansió de Arriaca, el vicus romano junto al que se formó el poblado de San Pedro con la ermita del mismo nombre, pudo convertirse con el paso de los siglos y los cambios climáticos en un lugar insano para vivir a consecuencia del estancamiento de las aguas y las fuertes riadas de aquellos tiempos. Al ser un lugar encharcado, pantanoso y, por tanto, peligroso e infecto, poco idóneo para el cultivo y la salud de las personas, sus habitantes emigrarían a una zona mas elevada en las proximidades eligiendo unos terrenos donde el agua fuera potable y se pudieran excavar pozos de aguas someras, levantando el caserio junto a los arroyos de El Val y Barranchel cuya unión forma el centro de Marchamalo.
Así lo recoge la leyenda trasmitida entre generaciones y recogida por Eusebio Garrido San Juan, gran conocedor de las costumbres de Marchamalo: «Esta tierra en que vivimos; de la Vega del Henares; hace ya bastantes siglos; era todo un bosque grande; la gente que en él vivía; en diferentes lugares; que llamaban alquerías; eran gente dura y grave; cifraban su economía; en la caza y en la leña; y todos se mantenían; de esta original manera; viviendo como podían; con tan sencillas tareas; solo el peligro del río; que con sus grandes crecidas; siempre que había llovido; corren peligro sus vidas; y la historia nos aclara; podemos asegurar; que este paraje de Arriaca; fundado en la antiguedad; del cual salió mucha gente; y fundaron la ciudad; por lo tanto a marchamalo; no se le llamaba tal; situado rio abajo; no estaba donde hoy está…»
Las primeras noticias históricas de Marchamalo datan del siglo XIV. Como aldea de Guadalajara, queda incluida en la sexma del campo, hasta el año 1627. Durante los siglos XIII y XIV la propiedad de la tierra va pasando progresivamente a manos de la nobleza y de la Iglesia.
En el primer tercio del siglo XIV se tiene noticia de unos documentos en los que aparece Marchamalo, una escritura en las que Sor Ferrández hija de Juan Ferrández y nieta de Miguel Pérez Toledano, da al monasterio de Santa Clara de Guadalajara cuánto heredamiento para pan (tierras de labor) tenía en Marchamalo, aldea de Guadalajara, con casas, muladares, dos bueyes y otros efectos, además de una viña lindante con propiedades de don Aparicio y del judío Mosen de Tudela (17 mayo de 1324).
Otro documento que se hace eco de Marchamalo data de época de Isabel la Católica, quién concede al monasterio de monjas de San Bernardo de Guadalajara la limosna anual de 3.500 maravedíes, señalando 2.000 de ellos para su «renta de Marchamalo», que pertenecía entonces a la Corona. A la vista de estos documentos y otros, sacados a la luz por Juan Catalina García, podemos deducir que el núcleo urbano de Marchamalo ya existía antes del siglo XIV en su actual emplazamiento.
Siglo XVI
Alfonso XI fundó la Orden de la Banda dónde estaban los caballeros más prestigiosos de la nobleza alcarreña. Ligados a la Orden de Santiago figuran los primeros linajes de hidalgos y nobles que tienen que ver con Marchamalo, como los apellidos Pecha y Meléndez-Valdés emparentados más tarde con los Vera, Aguilera y Zúñiga.
Durante esta época es cuando Marchamalo comienza a adquirir su fisionomía como municipio en el entorno de la Plaza Mayor y las calles que forman el casco histórico, indudablemente influida por las dos vías pecuarias que atraviesan la localidad. La población asentada en la localidad comienza a ganar relevancia y a desarrollarse como sociedad moderna.
Durante el siglo XVI se construyen las dos casas-palacio existentes en la villa, el Palacio de Zúñiga y Valdés, situado en las Eras Blancas (Plaza Doña Eladia) y el Palacio de Ramírez Arellano-Valdés, en la Plaza Mayor. También se constuye la Iglesia de la Santa Cruz, en orientación norte, frente a este palacio. Por aquel entonces, la tierra está en propiedad de los nobles y de los conventos e iglesias de Guadalajara, de las que obtienen importantes rentas.
Al contrario que los hidalgos y el clero, que gozaban de privilegios y prebendas, el estamento de los pecheros (a los que se les conocía como hombres buenos) estaban obligados a pagar todo tipo de impuestos y, en el caso de los jornaleros, agravado por lo incierto del salario que les llevaba prácticamente al umbral de la pobreza.
La mayor parte de la población de Marchamalo, que seguía siendo aldea de Guadalajara, estaba compuesta por labradores, bien como propietarios o, en mayor escala, como criados, colonos, jornaleros y pastores. A éstos se les unían los oficios especializados, tales como panaderos, carreteros, herreros, herrador y albeitar, sastre, zapatero, carnicero, albañil, alarife y la figura del médico, el maestro, el cirujano, el barbero y el sacristán.
Las Relaciones Topográficas de Felipe II
En 8 de abril de 1579 en Marchamalo tienen lugar las contestaciones a las rpreguntas que Felipe II envía a los distintos lugares, ciudades, villas y aldeas de los reinos de España. En las mismas se determina, entre otras cuestiones, que Marchamalo tiene un total de 170 vecinos, que equivalen a 1040 habitantes, más 20 pobres, los cuales sólo sobrevivían de la mendicidad. En las mismas se hace una descripción de varios aspectos relacionados con la aldea.
Por aquel entonces, varios vecinos de Marchamalo participan en diversas actuaciones militares, como la Guerra de las Alpujarras, donde los moriscos se habían rebelado contra Felipe II. También figuran soldados que participan en otras contiendas del siglo XVI, así como testimonio de una carta de Francisco de Quer, vecino del lugar, donde denuncia el agravio que se le ha hecho al ser incluido entre los infantes que de la Ciudad de Guadalajara se envían en servicio de su majestad.
Los moriscos y Marchamalo
En el año 1570 varios moriscos procedentes de lugares del Reino de Granada fueron distribuidos en varios pueblos de Guadalajara, correspondiéndole a Marchamalo 32 de ellos. En 1610 fueron expulsados fuera de España por orden del rey Felipe II.
Las Cofradías Medievales
Las Cofradías Medievales fueron una asociación de personas, hombres y mujeres, que perteneciendo o no a una misma profesión, gremio o estamento social, se unen por diferentes causas o diversos fines, en general benéfico o piadoso, bajo la advocación de culto a un santo protector principal.
La designación medieval más usada en todo tipo de documentos, estatutos, sínodos, bulas papales es la de Cofradías. Una de las más significativas por su permanencia a los largo de los siglos es la de la Veracruz o Verdadera Cruz, donde Cristo estuvo crucificado, y que dará origen a las Cofradías de la Virgen de la Soledad, tal y como ocurrió en Marchamalo. El sufragio por los difuntos fue uno de los fines presentes en todas las cofradías y especialmente en la de las Benditas Ánimas, de la que también se conoce su presencia en Marchamalo.
Múltiples fueron los fines de socorro mutuo o de carácter benéficos que dieron lugar a las cofradías, entre ellos: el auxilio en la enfermedad, el entierro de los cofrades o hermanos y la asistencia a los oficios religiosos o procesiones. La presencia de la muerte, universal y cierta en cuanto a que a todos llega e incierta en cuanto el día y la hora, es cada vez mayor a partir de la gran Peste Negra (1348-1350) que asoló España y Europa causando una gran mortandad, que alcanzó a más del 40% de la población (estos sucesos fueron la causa de que en Marchamalo y la ciudad de Guadalajara se instituyera la advocación a Santa Mónica el día 4 de mayo, origen de nuestras Fiestas Patronales y de la romería de Santa Mónica que en Marchamalo se celebró hasta antes de la Guerra Civil).
Las Cofradías Medievales, que mantienen un componente religioso, no están exentas de una parte lúdica, que se manifiesta, sobre todo, en las romerías, donde se come, se bebe, se baila y se intima. Por ello, las distintas orientaciones que van a surgir en el seno de la Iglesia a partir del Concilio de Trento y de la Contrarreforma Católica (1545-1565) estarán encaminadas a reconducir a la mayoría de estas celebraciones populares, buscando resaltar, fundamentalmente, un sentido de dolor y recogimiento, tal y como se manifiesta en los actos y ceremonias de la Semana Santa y todo lo que tiene que ver con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
En definitiva, hasta el siglo XVI, la fe cristiana medieval popular tiende a degradar el contenido de esa fe, hasta niveles próximos a la creencia en actos de magia cercanos al mundo pagano, con ritos esotéricos o místicos, sin duda influenciados por el sincretismo derivado del mundo hispano-romano y su culto a los dioses y a los ciclos de la naturaleza que conformaban la civilización greco-romana. Estas celebraciones populares fueron transformándose a partir de los primeros siglos de nuestra era, en el culto y formas del cristianismo, sustituyendo las fiestas tradicionales del calendario romano y otros ritos celtibéricos por la liturgia cristiana.
En la vida medieval la exaltación religiosa es ceremonial, festiva, visceral y afectiva. Exalta la vida y la muerte, por lo que admite una gran capacidad de novedad y espontaneidad. La liturgia no es oficial, ya que el pueblo se la inventa. La Iglesia Católica pretenderá encauzar todo ello, con las nuevas directrices surgidas del Concilio de Trento donde se escindirá el mundo cristiano. Quedará dividido entre los partidarios de la reforma de Lutero y los protestantes erasmistas por un lado, y la contrarreforma que seguirá el mundo católico y el Papa de Roma, apoyada en España por Felipe II.
De los documentos consultados en los distintos archivos podemos concluir, que en el último milenio estuvieron vigentes las cofradías de San Sebastián, San Miguel, Santa Ana, de la Inmaculada Concepción, la del Rosario, del Santísimo Sacramento, de la Veracruz (actualmente la de la Virgen de la Soledad), y la del Santísimo Cristo de la Esperanza.
En la actualidad son las Cofradías del Santo Cristo de la Esperanza y de la Virgen de la Soledad, anteriormente de la Veracruz, las que continúan vigentes y es muy posible que junto a la Cofradía del Santísimo Sacramento, ligada al Corpus Cristi, estuvieran constituidas por un mayor número de hermanos o cofrades así como otros bienes, semovientes, fincas, censos u otras propiedades, pues hay que tener en cuenta que hasta la desamortización de Mendizábal en el año 1836, más de un 40% de las tierras de Marchamalo eran propiedad del clero regular y secular, así como de capellanías, memorias o vínculos y de las propias cofradías.
Siglo XVII
En este siglo Marchamalo continuaba siendo aldea de la «muy noble y leal Ciudad de Guadalajara», título que le concedió en el año 1460 el rey Enrique IV. La aldea de Marchamalo estaba sometida a la jurisdicción de la ciudad, debiendo sus vecinos acudir a ella para resolver pleitos y documentos. Así permaneció hasta el año 1627, que se eximió de Guadalajara convirtiéndose en Villa, dentro del régimen de realengo, es decir, solamente sometida a la voluntad Real.
Durante el reinado de Felipe IV se promulgó una Provisión Real, «la corona necesita obtener dinero para acudir a cosas precisas de su real servicio y necesidades que se le han ofrecido para la defensa y sustentación de su reino». Para ello se dispuso a poner en venta hasta 17.500 vasallos de las villas y lugares de realengo, por lo tanto, pertenecientes al Rey. La Ciudad de Guadalajara se opuso a la venta de sus aldeas, y especialmente la de Marchamalo, con la que mantenía una relación especial, en gran medida por los numerosos bienes, fincas y censos hipotecarios que poseían los nobles y conventos radicados en la ciudad.
La voluntad de la corona era firme, y mediante Real Cédula, dispuso que dichos lugares se vendiesen «sin embargo, de provilegios y condiciones de villones, exenciones e mercedes, que las Ciudades, Villas y lugares tengan e se vendan los vasallos del Rey no acordó su Magestad vendiese» (Reunión del Concejo de Guadalajara el 29 de abril de 1626). A los vecinos de Marchamalo no les quedó más remedio que ser dueños de su propio destino y decidieron comprarse a sí mismos para no caer en manos de señoríos o particulares.
El esfuerzo y sacrificio para conseguir que Marchamalo fuese Villa de por sí, con jurisdicción propia, estuvo redeado de una gran polémica sobre la mojonera y deslinde de términos respecto a Guadalajara. Los censos o hipotecas tomados por la nueva villa vendrían a suponer un capital difícil de amortizar por las condiciones leoninas que se habían impuesto, fijando la posibilidad de elegir entre la superficie del término con un precio por legua de 5.600 ducados o por el número de vecinos a razón de 15.000 maravedíes por cada uno. La Corona eligió el precio correspondiente a los vecinos, por ser su importe mayor que el fijado por el término.
La venta de la aldea de Marchamalo y su título de Villa
Según los documentos de la época, la conversión de Marchamalo en Villa finalmente acabó siendo una transacción comercial entre los vecinos, que compraron su intependencia jurídica, y la Corona: «En la Villa de Madrid a dos días del mes de septiembre de 1626 ante mi el escribano y testigos yuso escritos, parecieron presentes Octavio Centurión, Carlos Estrata, Vicencio Scuarzáfigo de una parte… de la otra, el licenciado Miguel Calvo, clérigo presbítero, en nombre del lugar de Marchamalo».
«Su Majestad como Rey y señor natural de estos reynos, en la mejor forma y manera que puede, haya de hacer y haga merced al dicho lugar de Marchamalo a título de venta por causa honerosa de eximirle y apartarle de la dicha Ciudad de Guadalajara y de su jurisdicción haciéndole Villa de por sí y sobre sí, y que tenga jurisdicción civil y criminal, alta, baja, mero mixto imperio, nombrándose e titulándose Villa de por sí y sobre sí, a fin de que aquí en adelante, para siempre jamás, la dicha Ciudad de Guadajara y la justicia de ella ni de otras partes puedan conocer ni conzcan de cosa alguna tocante a la dicha jurisdicción, con el sñorío y vasallaje, penas de cámara y de sangra, calumnias, mostrencos y escribanías, y con todas las demás rentas jurisdiccionales del señorío y vasallaje, y jurisdicción del dicho lugar de Marchamalo anexas y pertenecientes en cualquier manera desde la hoja del monte hasta la piedra del río y viceversa, según y competer pueden en el dicho lugar de Marchamalo y su término…»
«Y por Real Cédula del 15 de enero de 1626 para la venta de los dichos vasallos y por el precio en que su Majestad ha permitido se vendan, que es por vasallos a 15.000 maravedís por cada vecino por serlo de dicho lugar de Marchamalo, de los del Tajo acá, o por término, a razón de 5.600 ducados a 375 maravedíes cada ducado por legua. Lo uno o lo otro a elección de su Majestad».
«El dicho lugar tendrá 200 vecinos y tres cuartos de legua de término, según dice el dicho licenciado Miguel Calvo».
Reunión del Concejo de Marchamalo
Por otro lado, el Concejo de Marchamalo, compuesto por los vecinos del lugar, también deberá aprobar la compra y adquisición del título de villazgo, como también se acredita en otros escritos: «En el lugar de Marchamalo, jurisdicción de la CIudad de Guadalajara, a 8 días dle mes de septiembre de 1626, este día ante mi el presente escribano y testigos parecieron presentes a campana tañída, como lo han de uso y costumbre a tratar de las cosas tocantes a servicio de Dios nuestro señor y de su majestad y bien público de él, y en la Plaza Pública de dicho lugar, especialmente, Juan de Oñoro y Alonso de Yusta, Alcaldes, y Miguel de Robledillo y Alonso de Yusta «El Mozo», y Francisco de Oñoro, regidores, y Baltasar Calvo y Juan Ablanque, diputados del concejo de dicho lugar, todos vecinos de este dicho lugar, que hacen el número de 50 que con ellos y 75 vecinos que otorgaron el poder al licenciado Miguel Calvo, presbítero, comisario del Santo Oficio, vecino de dicho lugar y del villazgo el cual poder pasó ante mi, el presente escribano, en este mes de agosto de 1626″.
El 31 de enero de 1627 se dio comisión al licenciado Juan Moreno para que diese a dicho lugar de Marchamalo la posesión de su jurisdicción, señorío y vasallaje y haga averiguación de la vecindad.
El 8 de febrero de 1627, después de haber ajustado y entregado la suma de 347.250 maravedíes en plata, el Juez de Comisión, junto a las autoridades y vecinos, se reunieron en forma de Concejo Solomne en los pórticos de la lonja de la Iglesia de la Santa Cruz y oyeron la Cédula Real de su independencia.
Sin perder día comenzaron los autos sobre la posesión, nombramiento de justicias, escribano y carcelero, visitando las propiedades municipales, Casa Consistorial, taberna, carnicería, tercia, mesones y cárcel. Se da la posesión con todas las rentas, penas de cámara, de sangre y calumnias, penas de cárcel y cuchillo, portazgo y demás escribanías anejas a dicha jurisdicción, con los mojones y linderos que se habían fijado. Para administrar justicia dispondrán de un rollo que Marchamalo construirá a la entrada de la Villa por arriba (al norte, hacia Fontanar) y una horca a la salida, a la parte de abajo (hacia el sur y Cabanillas), ambas en el Camino Real de Aragón y Navarra o Cañada Galiana.
El rollo o picota fue instalado en las eras de la Vera Cruz, hacia la puerta Marquina, junto al Camino Real de Aragón. En las eras de la Vera Cruz se construiría años más tarde la Ermita de la Soledad. La puerta Marquina, era un paraje donde comenzaba la senda a las balsas y lindero al camino de Usanos, que pasaba por delante de la ermita. El Camino Real, también Cañada Galiana (vereda), cruzaba el término de Marchamalo y el núcleo urbano en dirección a Alcalá de Henares. El citado rollo jurisdiccional es símbolo de Marchamalo y uno de los pocos de su clase que permanecen en la provincia de Guadalajara, encontrándose dentro del cementerio, que fue construido en el año 1807.
La horca sería el símbolo de ejecución de justicia, formada por unos palos junto al paraje de Valquemado y San Miguel, en una elevación del terreno que se constata en el siglo XVIII cuando su propietario, en las declaraciones del Catastro de Ensenada, la describe como lindero al solano del Camino Real de Aragón hacia Alcalá de Henares. Se establecía que nadie osara derribarla sopena de perder vida y hacienda.
La Villa tuvo que someterse pasados los años al no poder soportar la pesada carga que suponía el débito contraido con la Hacienda Real, por lo que pasó a convertirse en Villa de Señorío. Por ello Marchamalo tuvo otra picota que se erigió en la Plaza Mayor, cercana al Banco de la Paciencia, la fragua municipal y al arroyo del Val, también junto al Camino Real. Así se describe en las respuestas dadas al Catastro del Marqués de la Ensenada en 1750, por el herrero Antonio Alburquerque.
La mojonera llevada a cabo en 1627 para el deslinde de términos estuvo envuelta en numerosos pleitos, al no estar de acuerdo con la colocación de los mojones que separaban los distintos parajes entre los términos de Guadajara y Marchamalo. Todo ello duró hasta 1691, todo un siglo entre pleitos y alegaciones. De dichos mojones se conservan dos, de piedra caliza, con una «M» esculpida en relación a Marchamalo. Correspondían a los parajes de la Regalada y las Marquinas, actualmente en el Polígono del Henares. Ambos se han colocado junto a un olivo en la Plaza Mayor.
Siglo XVIII
Al morir Carlos II el trono queda vacante, siendo nombrado sucesor Felipe de Anjou, sobrino del Rey de Francia. Al mismo tiempo el trono será reclamado por el Archiduque Carlos de Austria, hijo del Emperador Leopoldo I. El día 4 de diciembre del año 1700 parte del Palacio de Versalles, en Francia, el que llegará a ser Rey de España, Felipe V. Acompañado por una numerosa comitiva compuesta por más de 800 caballerías emprenderá un largo camino por Francia y España, donde sufrirá las inclemencias del invierno en tierras de Castilla.
Varias poblaciones le recibirán con fiestas y celebraciones, mientras que otras aportarán alimentos y forrajes. Una de estas villas será Marchamalo, lugar donde el futuro rey, con 17 años, llegará por el Camino Real de Aragón y Navarra procedente de Hita. Después de descansar y comer en Marchamalo se desviarán a Guadalajara, donde serán agasajados por el Duque del Infantado en su lujoso palacio. Allí se organizarán numerosos festejos en su honor, destacando una corrida con 10 toros que serán del agrado del joven monarca. El 18 de febrero, después de 80 días de viaje, llegará a Madrid.
Felipe V no tardará en volver a Marchamalo en circunstancias bien diferentes. La Villa de Marchamalo recibirá al pretendiente al trono, esta vez al frente de sus tropas aliadas contra el pretendiente al trono, el Archiduque Carlos de Austria. Marchamalo colaborará con la intendencia de las tropas felipistas en el suministro de víveres y alojamiento. Todo ello será tenido en cuenta cuando acabe la Guerra de Sucesión y sea proclamado definitivamente Rey de España, concediendo a la Ciudad de Guadalajara el establecimiento de la Real Fábrica de Paños y Tapices, y a Marchamalo el suministro del pan a los trabajadores de dichas fábricas.
A partir de 1701 se vendrán sucediendo los enfrentamientos entre ambos ejércitos en tierras de Guadalajara con duras contiendas que llevarán a la devastación y saqueo de gran parte de la comarca, dejando «la terrible huella de su paso los ejércitos de la Coalición en 1706-1710 siendo numerosos pueblos destruidos por el furor y despecho de las tropas austracistas». Así, el ejército del Archiduque asoló varios términos y pueblos de la Alcarria (Horche, Loranca, Aranzuque, El Pozo, Chiloeches…).
Marchamalo permanecía bajo el control de las tropas felipistas, que controlaban el Camino Real de Aragón y Navarra. Por su situación estratégica, sufrirá las consecuencias de la guerra. El Camino Real y los abastecimientos estuvieron en todo momento bajo dominio de las tropas de Felipe, siendo el Conde de Aguilar uno de sus Generales y un hábil estratega que ayudó a mantener su control.
El Coronel Ignacio de Lara y Ramírez de Arellano, Conde de Aguilar, estaba ligado a Marchamalo por sus antepasados, y poseía en la villa una Casa Palacio en la Plaza Mayor que sería utilizado por Felipe V como residencia y cuartel general, mientras las tropas eran alojadas en las viviendas de los marchamaleros, siendo atendidos por los vecinos tal y como estaba ordenado. Así mismo fueron reclutados algunos marchamaleros en las compañías de la comarca del campo, algo que el Rey no olvidaría cuando al terminar la guerra, cuendo Marchamalo con sus siete hornos y numerosos panaderos se convirtió en proveedor de pan para la Real Fábrica de Paños que se estableció en Guadalajara como premio a su lealtad.
En julio 1706, al frente de 2.000 jinetes el Conde de Aguilar sorprendió y capturó en Marchamalo a gran parte de bagaje, suministros y víveres de los austracistas que abandonaron Guadalajara y Alcalá de Henares. Unos días después, en el «campo de Marchamalo», Felipe envía una misiva al Principado de Asturias por el cual otorga la concesión gratuita de 30 cañones para artillar las costas. En el mismo escrito se relata cómo los días anteriores se encuentra «al frente de numeroso y lucido ejército con que marcho dentro de 4 días a Marchamalo para batir a los enemigos que ocupan Guadalajara y arrojarlos de cuanto han ocupado». Tres años más tarde, Guadalajara continuaba en un estado lamentable, de manera que cuando el 3 de mayo de 1709 el Rey transita de nuevo por Marchamalo, se excusa de pernoctar en la ciudad por los muchos enfermos de viruela y sarampión, por lo que se aloja de nuevo en la Casa Palacio de los Ramírez de Arellano.
El Catastro del Marqués de la Ensenada de 1750
Don Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, Ministro de Justicia de Fernando VI (1740-60) fue el impulsor de un catastro que intentó ser el intento más serio de reforma fiscal llevado a cabo en la Corona de Castilla durante el siglo XVIII. La finalidad de dicho Catastro era «que pague cada vasallo a proporción de lo que tiene siendo fiscal uno de otro para que no se haga injusticia ni gracia».
Marchamalo fue el pueblo elegido en la provincia para responder con mayor amplitud al cuestionario y declaraciones contenidas en el Catastro, datos que permiten comprobar con absoluta minuciosidad la propiedad de los bienes del clero regular y secular y de los seglares, así como otros relativos a la vida económica y social de la Villa de Marchamalo.
«El día 23 de enero de 1751, Don Juan Díez del Real, Corregidor de la Ciudad de Guadalajara, asistido de los señores Manuel Ablanque (alcalde) y Eulogio Calvo (regidor), alcaldes ordinarios de esta villa y habiendo precedido toque de campana, expresaron ser la señal que acostumbran para convocar a público concejo y acudir a él mucha multitud de vecinos».
«Decimos jurados, la justicia, regimiento y procurador síndico de esta Villa de Marchamalo, que cumpliendo con lo mandado por el bando fijado por el Señor Intendente de la Provincia y Ciudad de Guadalajara en el lugar conocido como el Banco de la Paciencia, que juramos que los bienes que tiene de sus propios y común de los vecinos, así tierras, casas, monte y otras propiedades, es como sigue:
Propiedades del Ayuntamiento: Ganado de cerda, ya que tiene esta villa un cerdo para padre que se nombra el Berraco del Concejo. Tierras de buena calidad en Marchamalillo, en Carraladehesa, Valhondillo. Dehesa de esta villa, con robledal de 100 fanegas, que se usa como dehesa boyal para los ganados, junto con otra tierra de 16 fanegas en el pago de El Val. Casas propias: la casa del Ayuntamiento, con sala capitular para junta de la justicia, y otras oficinas, cárcel, cuadra, corral, pozo y pila. En la cámara se ocupan de los granos del caudal, el pósito real. Casa y oficina de carnicería, que sirve al obligado de carnes para pesarla y obligarla. Casa y oficina que sirve de taberna, otra que sirve de tercia, y en ella cuatro tinajas para envasijar el vino, otra más que sirve de fragua y herrería, otra de abacería, pescado y aceite».
«También hay Los mesones y posadas. calle real mayor (hita) y otro en las eras blancas (doña Eladia) y calle de la Cruz Verde (de la Luna), el Hospital (calle Alameda). Molino de aceite (calle Alameda), molino de harina (junto al río Henares en el término del Cañal, propiedad del Conde de Humanes).
«Como Casas-Palacio: de las eras Blancas (familia Zúñiga y Valdés, del siglo XVI) y el de la Plaza Mayor (Ramírez de Arellano s.XVII)».
Banco de la Paciencia
Con este curioso nombre se denominaba al lugar situado en la Plaza Mayor jutno a la dependencia municipal que servía de fragua y el arroyo del Val, cercano al lugar que hoy se conoce como «el Puente», donde el siglo pasado existía una taberna.
El Banco de la Paciencia era una viga de madera, posiblemente de la antigua almazara en sus últimos tiempos, que servía como asiento y lugar de reunión a los vecinos de la villa. El origen del nombre venía determinado por ser el centro de reunión donde se contrataba a los jornaleros. Estos trabajadores que dependían del jornal como único medio para sustentar a sus familias no les quedaba más remedio que tener paciencia a la espera de ser contratados en las faenas agrícolas por los colonos o dueños de las fincas, la mayoría de ellas en poder de los conventos y nobleza de Guadalajara y Madrid.
La situación de los jornaleros era angustiosa, pues no sólo dependían del jornal y su contratación, sino también si se accidentaban o enfermaban, al no tener otro medio de subsistencia, quedaban a expensas de la caridad pública, llegando en algunos casos a situaciones de pobreza extrema. Aún así la solidaridad y toma de conciencia del problema por los vecinos quedaba reflejada en las respuestas generadas al Catastro, donde se denuncia la situación con precisión.
«A la trigésimo sexta pregunta dijeron que los pobres de solemnidad que se conocen en esta villa son cuatro, pero que además de los 69 jornaleros que llevan expresados, los 40 de ellos, si caen enfermos, se inhabilitan de forma que para su manutención por la justicia se depuran personas que pidan limosna, pues sin este arbitrio u otro semejante, eran forzoso, perecieran».
El Banco de la Paciencia era y es el punto de encuentro, el lugar de reunión de las gentes de Marchamalo. Allí se juntan desde tiempos inmemoriales los vecinos para comentar y conversar sobre los avatares de la vida, el partido de fútbol o que los melones ya no saben como antaño, mientras lanzan alguna mirada de soslayo sobre cosas que merecen la pena.
Así se reconoce como lugar de reunión y mentidero de la Villa en el Catastro de la Ensenada, ya que, en el mismo, se ordena colocar el Bando ordenado por el Corregidor de la Ciudad de Guadalajara, siendo Rey Fernando VI, el 17 de Septiembre de 1.750.
En el poema del marchamalero Ángel de Lucas Gil, escrito en 1984, se relata el papel de este lugar en la vida cotidiana del pueblo, en virtud de lo conservado a través de décadas en el seno de la memoria histórica popular de los gallardos: «Fue la viga de un lagar, de aceituna caducado. El banco de la paciencia, estaba bien situado, pues cuando salía el sol, ya le estaba acariciando. Su nombre era conocido, por gentíos muy lejanos, que acudían a vender, o a comprar a Marchamalo. Acudían de Valencia, acudían los murcianos, acudían los gallegos, para hacer aquí el verano. Y en el Banco de la Paciencia, se pasaban muchos ratos, esperando que llegaran, «amos» para hacer contrato. En cuanto salía el sol, ya estaba el banco ocupado, era la caja rural, donde se hacían contratos, para regar o labrar, o lo que requiera el campo. Aquí los trabajadores, hacían sus comentarios, tomaban el aguardiente, y partían al trabajo. Vinieron varias riadas, y las aguas lo arrastraron, y los vecinos del pueblo, siempre lo recuperaron. Era vecino del pueblo, y como tal lo trataron, miles de conversaciones… millones de comentarios.. eran las pequeñas cosas, que tanto nos hermanaron. Amaneció una mañana, y allí ya no estaba el banco. Alguien se preguntará: ¿Quién y por qué lo quitaron? Él tenía sus derechos, como cualquier ciudadano, las costumbres en los pueblos, son Ley, a los ciertos años. Y nuestro banco tenía, tres o cuatrocientos años…»
El Pozo de la Nieve
Para poner disponer de hielo, formado con la nieve, se crearon los llamados Pozos de la Nieve, unas cavidades cavadas en la tierra cimbrados de piedra o ladrillo con aberturas para que saliera el agua. Siendo recubiertos con madera y tejas, de manera que no pudiera entrar ni el sol ni el aire, y dejando una puerta y el desagüe necesario para que el agua sobrante saliera libre.
En el interior del mismo se pisaba una capa de nieve y se recubría con paja, consiguiendo varias capas con el mismo procedimiento para mantener la temperatura y generar hielo con la presión. El encargado de estos menesteres era el obligado, persona que se obligaba al servicio y demanda del hielo mediante subasta pública que se celebraba todos los años a finales de diciembre. En 1750 el Ayuntamiento pagaba 140 Reales por el tributo del quinto y millón de nieve al obligado.
Siglo XIX
En este siglo se produce la caída del Antiguo Régimen, desapareciendo los estamentos (clero, nobleza y monarquía absolutista) y aparecen las clases sociales. Durante este siglo se consolida y prevalece la burguesía, propiciando cambios sociales y económicos, estando frente a ella un incipiente proletariado que da origen a los movimientos obreros y, con ellos, la conflictividad de los primeros años del siglo XX. Hubo un cierto despegue económico en la época de Isabel II, pero se logró a costa de agravar las condiciones de vida de las clases más débiles.
Las Guerras Carlistas, que tuvieron incidencia en Marchamalo debido a que el Camino Real de Navarra atravesaba su término y la población, estando los vecinos obligados a alojar a los soldados. En el conservadurismo de los carlistas de entonces se encontraban también las capas bajas de la sociedad, los liberales eran los revolucionarios y la burguesía de la época isabelina, que tenía un absoluto desprecio hacia el proletariado, dando lugar a que las masas se organicen. Nace el Banco de España y la banca privada.
Durante el siglo XIX muchos marchamaleros embarcaron a «hacer las Américas», tanto hacia América del Sur como a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Otros fueron alistados en el ejército con destino a Cuba. Como ejemplo de ellos conocemos la aventura del gallardo Gabino Camarillo, que sirvió en el el Regimiento de María Cristina en la provincia de Matanzas de Cuba, volviendo sano y salvo a Marchamalo después de cinco años de peripecias y combates.
En el año 1840 Guadalajara pasa a ser una ciudad militar, se instala la Academia Militar en lo que fue la Real Fábrica de Paños y la Maestranza de Ingenieros en el antiguo Convento de San Francisco (El Fuerte), lo que propiciará que Marchamalo pierda relevancia como lugar de abastecimiento de Guadalajara. El ferrocarril llega a Guadalajara en 1859. A finales del siglo XIX se estable en Guadalajara y en el Cuartel de San Carlos (Alcázar) y el Regimiento de la Aerostación, conocido como el «Cuartel de Globos» donde varios marchamaleros hicieron el servicio militar. En una curiosa fotografía realizada en el año 1903 desde un globo se contemplaba una vista aérea de Marchamalo y su término que ciertamente puede ser la primera fotografía que se hizo de neustro pueblo.
En la primera década del siglo XIX, en el mes de marzo de 1807, la situación local de epidemias sufridas en Marchamalo, hacían más urgente y precisa que en otros la construcción del cementerio para enterrar los cadáveres de los fieles. Convencidos de esta necesidad, y con los decretos establecidos por Carlos III y Carlos IV, el Ministro del Consejo y Comisionado por su Majestad para promover tales establecimientos, se llevó a efecto la obra proyectada con la aprobación correspondiente, y «se bendijo por el cura párroco Don Pedro Miguel Gutiérrez, con asistencia de la justicia, ayuntamiento y clero, y con concurrencia de casi todo el pueblo, que manifestó el mayor júbilo al ver verificada tan benéfica providencia que cede al mismo tiempo en decoro de los templos y de la salud pública».
Durante los años 1834, 1842 y 1855 Marchamalo se ve terriblemente afectado por la epidemia del cólera (morbo asiático) que asolará la Península Ibérica, enfermedad hasta entonces muy poco significativa. Debido a que Marchamalo estaba dentro del itinerario del Camino Real de Navarra, con el consiguiente trasiego de viajeros procedentes de otros lugares en 1834 unos segadores de Aranjuez fueron detectados con la enfermedad, falleciendo uno de ellos. En 1842, un nuevo rebrote de cólera acabará con la vida de 72 marchamaleros y otro nuevo rebrote en 1855 de mayor intensidad que los anteriores producirá 81 víctimas, siendo una de las poblaciones más afectadas de la provincia de Guadalajara. En toda la capital fallecerían 118 personas. En el cementerio de Marchamalo y al pie de la Picota se encuentra una lápida dedicada a Doroteo Bayo, sacerdote que falleció víctima del cólera, tal como está esculpido en la lápida.
Esta circunstancia también se aprecia en notas de la prensa de la época: “La epidemia del cólera que asola España desde 1853 será la causante de la muerte de miles de personas de la provincia de Guadalajara (4%). Para evitar la falta de pan, el Ayuntamiento de Guadalajara apremia a los panaderos de Marchamalo y de otras localidades para que acudan a vender pan sin demora a la ciudad. En Hiendelaencina se produce un levantamiento de los trabajadores lo que crea un estallido social en la provincia».
Guerra de la Independencia
En 2008 se celebró en España el bicentenario de la conocida popularmente como Guerra de la Independencia. Las celebraciones darán lugar a numerosos actos de todo tipo que tendrán a Madrid y Móstoles como referencia, siendo ambas ciudades señeras en el levantamiento del pueblo ante las tropas de Napoleón el 2 de Mayo de 1808.
Sin embargo no fueron las únicas poblaciones que resistieron y sufrieron los desastres de la guerra. De hecho, ha sido a través de las memorias de un alto cargo del ejército francés de aquel entonces como se ha conocido nuestro particular papel en la guerra. El General Hugo, a la sazón padre del genial escritor Víctor Hugo, relata en primera persona sus andanzas por tierras de Guadalajara a donde fue enviado por Napoleón, en el año 1810, para combatir a los guerrilleros de Juan Martín ‘El Empecinado’ que no cesaban de hostigar a las tropas del ejército invasor al mando del General Dupont, el cual destacó en el saqueo de los pueblos alcarreños.
Marchamalo gozaba entonces de una relativa prosperidad que venía determinada, en gran medida, por la instalación de la Real Fábrica de Paños en la vecina ciudad de Guadalajara, privilegio obtenido gracias a su adhesión a la causa del Borbón Felipe V en la llamada Guerra de Sucesión. De esta manera, Marchamalo había alcanzado, en la práctica, el monopolio de la industria del pan, que suministraba diariamente a los numerosos operarios que empleaba dicha fabrica. Además, por su término y centro de la población discurría el Camino Real de Navarra, con dirección a Francia y, paralelos a él, se situaban la vía romana cercana al río Henares y la Cañada Real Riojana, de la que partían otras veredas que atravesaban Marchamalo por los cuatro puntos cardinales.
Ante la proximidad de estas vías de comunicación, a la postre decisivas en el desarrollo de la contienda, Marchamalo no podía permanecer ajeno a los acontecimientos. Así, destaca el enfrentamiento ocurrido cerca del Arroyo de Dueñas (Zaide) donde se produjo una emboscada a un destacamento francés. En dicho combate intervino uno de los capitanes del Empecinado llamado Nicolás Isidro, natural de Usanos, siendo de la partida algunas gentes de Marchamalo, conocedoras del terreno. El resultado, numerosas bajas en las filas galas al lanzar un ataque por sorpresa desde las cercanas bodegas de San Martín.
El General Hugo también relató la maniobra efectuada para caer sobre Guadalajara, donde Marchamalo tuvo también un papel decisivo en el apoyo a los guerrilleros, en este caso comandados por otro lugarteniente del Empecinado, Saturnino Albuín ‘El Manco’. Ante la ausencia del mando francés, el guerrillero español decidió efectuar un ataque sorpresa sobre la capital con 200 hombres escogidos. Las tropas de la ciudad se defendieron bien y los asaltantes tuvieron que refugiarse en Marchamalo, en cuyas calles dispararon a sus perseguidores para salir después en su persecución hasta caer en una emboscada francesa al alcor que cruza la Cañada de San Sebastián. Es indudable la colaboración de los marchamaleros con los guerrilleros, refugiándoles, informándoles y guiándoles por el terreno, además de una participación directa.
Sumado al importante papel logístico de Marchamalo, Hugo también describió en sus memorias el sentido del patriotismo del pueblo llano, “sus nombres, luego de tantos combates, apenas son conocidos; si algunos cortesanos o dignatarios hubieran tomado las armas se podía recompensarles con beneficios y dignidades, ¿pero qué recompensa puede ofrecérsele a simples ciudadanos que combaten sin ambición por una patria a la que defienden?”. Los españoles actuaron como auténticos patriotas, entendiendo el sentido profundo de lo que era defender y morir por un país con la nobleza totalmente sometida.
El 20 de septiembre de 1809 el Empecinado se dirigió contra una partida francesa de 120 infantes y 18 caballos que se ocupaba de recoger ganado junto al monasterio de Sopetrán, y batiéndola completamente la hizo encerrarse en Guadalajara. El sobresalto de los franceses fue tal en esta ciudad que, acampándose aquella noche fuera de las murallas, enviaron a pedir con la mayor urgencia socorro a Madrid, persuadidos de que los 125 caballos que mandaba don Juan Martín era un numeroso ejército que venía sobre ellos. Mil infantes y 200 caballos con dos cañones salieron precipitadamente de la capital para auxiliar a los de Guadalajara, pero retrocedieron al saber que toda aquella formidable alarma la habían causado unos cuantos partidarios españoles. Al día siguiente, 300 caballos franceses marcharon en busca del Empecinado, quién encontrándose con ellos en Fontanar y Marchamalo (Arroyo del Zaide junto al Camino Real de Navarra), después de un reñido combate los hizo huir vergonzosamente, apoderándose de muchos despojos de los vencidos.
En la Villa de Marchamalo se produjo también la firma de la rendición y capitulación de la tropas francesas que ocupaban la ciudad de Guadalajara. Después de tomar Madrid, el Empecinado es aclamado por la multitud teniendo lugar una solemne ceremonia para jurar la recientemente proclamada Constitución de Cádiz de 1.812. Al término de la misma ‘El Empecinado’ se reúne con sus hombres para avanzar sobre la ciudad de Guadalajara. Antes decide pernoctar en la ciudad de Alcalá de Henares, donde es nuevamente homenajeado.
Al día siguiente, los guerrilleros comandados por Juan Martín llegan a Marchamalo a través del camino Real de Navarra. Desde esta Villa exige al General De Preux, a cuyo mando están las tropas francesas, «que se rinda inmediatamente» y este le contesta «que solo lo hará ante Lord Wellington». El Empecinado envía un correo a Madrid y al General inglés le responderá inmediatamente advirtiéndole: «que si no se entrega a las fuerzas empecinadas enviará al grueso del Ejercito Aliado y él mismo hará fusilar a toda la guarnición francesa». Las tropas que ocupan la ciudad se rinden y será en Marchamalo, Cuartel General del Empecinado, donde se firmen las condiciones de la rendición y capitulación de las tropas francesas que habían causado estragos y saqueos en la ciudad de Guadalajara.
Entre las condiciones de la rendición se expresa lo siguiente: «La presente Capitulación acordada que sea, será garantizada y firmada por el Sr. General de Preux y por el Sr. Empecinado y tendrá su execución la entrega de la Plaza y demás a las Diez de la mañana del día Diez y Seis de este mes de Agosto de 1.812».
En uno de sus 12 artículos, se establece que «la guarnición saldrá de la ciudad con todos los honores de la Guerra y depondrá las armas del otro lado del puente. Dicha guarnición será conducida a Madrid como prisionera de guerra, siendo los soldados españoles que sirvan actualmente al rey en sus personas y bienes aunque antes haya servido al anterior gobierno».
Todo ello fue firmado en el Cuartel General de Marchamalo el 15 de agosto de 1812 por el General Carlos de Preux, Dámaso de la Torre (Prefecto de Guadalajara), el Comandante Beau, y el guerrillero Juan Martín ‘El Empecinado’.
Desamortización Mendizábal y Madoz
A mediados del siglo XIX se produce la desamortización de Mendizábal y los ‘bienes de manos muertas’ salen a la venta en pública subasta siendo adquiridas, en su gran mayoría, por gentes adineradas que constituirán la burguesía capitalista. Muchos de los colonos que habían trabajado estas tierras desde generaciones no pudieran competir, pasando a convertirse en jornaleros. En otros lugares se incrementó el peso de los latifundios y la concentración de propiedades de la tierra.
La desamortización de Madoz en 1885, supuso el golpe de gracia al acabar con las tierras comunales y las propiedades de ayuntamientos, de procedencia medieval y realenga, lo que indudablemente vino a menoscabar la economía de muchos campesinos, que tenían en estas tierras comunales la posibilidad de abastecerse de leña, caza y pasto para los ganados.
Así ocurrió en Marchamalo con las numerosas dependencias municipales que poseía el Consistorio, junto con las propiedades rústicas, tales como la Dehesa Boyal, en realidad tierras poco fértiles que fueron divididas en suertes siendo compradas por vecinos con pocos recursos. De ahí el dicho popular gallardo: “quien tiene una suerte en la Dehesa, no tiene una suerte, sino una desgracia…”. De este modo surgiría un nuevo orden económico y social con la desaparición de los citados estamentos, lo que permitía una agricultura más productiva y rentable y, al mismo tiempo, la aparición del caciquismo, siendo su paradigma en Guadalajara el Conde de Romanones.
A mediados del siglo XIX, coincidiendo con los procesos desamortizadores y el auge del comercio, llegaron a Marchamalo diversos comerciantes procedentes de algunas regiones de España, como la familia Bellot-Beltrán (Valencia) o Mediavilla (Benicarló) y otros potentados que adquirieron las fincas y bienes desamortizados, como las familias Villapecellín, López Soldado y del Vado, en suyo seno hubo dos Diputados por Guadalajara (en 1853 y 1854, Don José Maria Medrano Lopez-Soldado, casado con Maria Josefa del Vado García, de Marchamalo, y Don Manuel del Vado Calvo, Diputado en 1869 y Senador en 1867 y 1872). En el año 1885 el alcalde constitucional era Félix Villapecellín, cuya familia tenía incluso médico privado y un Panteón funerario que se encuentra en el centro del antiguo cementerio. Al mismo tiempo, procedentes de la región francesa de Auvernia o Auverne, y después Cantal, llegaron a la provincia de Guadalajara comerciantes dedicados a tenderos de ultramarinos, caldereros o panaderos. Fueron conocidos como los «auverneses» de Castilla. En Marchamalo se estableció la familia Poudereux.
Según el Diccionario de Madoz, Marchamalo tenía «250 casas, la Casa Consistorial con cárcel, escuela de instrucción primaria, una iglesia parroquial, el terreno es llano y de buena calidad, como de campiña, con una alameda y una dehesa de pasto, poblada de chaparros y robles. Su producción agrícola es de trigo, cebada, centeno, aceite, vino, garbanzos, guijas, guisantes, habas, melones, leña como combustible y hierba de pasto, con las que se mantiene ganado lanar y las yuntas necesarias para la agricultura. Hay caza de perdices, conejos, liebres y codornices. La industria es agrícola, panadera, un molino aceitero y algunos de los oficios más indispensables. El comercio se centra en la exportación del sobrante de frutos de huerta y de pan, que es muy estimado por su clase superior y se conduce principalmente a Guadalajara, en donde se surten los vecinos de los artículos de consumo que faltan. La población es de 860 vecinos y 1080 almas. El capital de producción son 9.018.890 reales, con 5.800 reales de presupuesto municipal que se cubre con el fondo de propios y arbitrios y reparto vecinal en caso de déficit».
El proceso desamortizador incrementó la propiedad de la tierra en manos de personas adineradas, de modo que casi la mitad de las fincas cultivables de España (43%) constituyeron los latifundios. La mayoría de las fincas rústicas de Marchamalo eran propiedad de los conventos de Guadalajara, así como de las distintas iglesias y cofradías, capellanías, memorias y vínculos, y con ellos los censos (hipotecas o créditos que se embolsaba la Iglesia). Guadalajara, en el año 1642, era una ciudad de 6736 habitantes donde existían 6 conventos de frailes y 7 de monjas.
Al mismo tiempo, el estamento de la nobleza y sus distintos mayorazgos, patronatos, hidalgos y particulares poseían, junto con el clero regular y secular, la propiedad del 80% de dichas fincas. Uno de los mayores propietarios era el Convento de Santa Clara que poseía 794 fincas, varias en Marchamalo, además de 120 censos o hipotecas y otros ingresos como las rentas del trigo, aceite, vino, carnicerías y otras rentas derivadas del hierro y las salinas. El edificio del Convento, del Siglo XIII, fue adquirido, durante el proceso desamortizador, por el Conde de Romanones, siendo demolido para construir en su solar el famoso Hotel Palace, cuyo edificio permaneció en uso hasta la década de los 60 del siglo XX, momento en que fue derribado siendo ocupado actualmente por una entidad bancaria.
Por aquel entonces la Iglesia era al mismo tiempo terrateniente, institución de beneficencia y patrono con empleados, colonos y renteros a su servicio. No es menos cierto que el clero, al tener tantas propiedades y riquezas, no era excesivamente exigente con sus renteros y colonos, que trabajaban las tierras como si fueran de su propiedad y en los años de malas cosechas o cuando el granizo o las plagas las destruían «perdonaban» sus rentas. No ocurrió lo mismo con los nuevos propietarios que, en su mayoría, no fueron tan generosos con los colonos y sus rentas, por lo que poco a poco muchos de ellos fueron conviertiéndose en jornaleros.
De entre los compradores de las fincas en Marchamalo destacó la familia Villapecellín y Doña Eladia López-Soldado, conocida popularmente como la «Pecellina», quién habitaba la Casa-Palacio (Zúñiga-Valdes) de las Eras Blancas. Ella misma cedería los terrenos frente al palacio que ocupaban las eras, para la construcción del actual colegio público ‘Cristo de la Esperanza’. El panteón-mausoleo donde descansa la familia se encuentra en el centro del cementerio antiguo de Marchamalo, dándonos idea de su poder económico en aquellos tiempos.
Dentro de las propiedades desamortizadas en 1841 se incluyeron las fincas correspondientes al entonces despoblado de San Martín del Campo donde se levantaba una Plaza de Toros de tientas (aún son visibles los cimientos) y capeas de la ganadería que pastaba en sus fincas. Por aquellos años la aldea de El Cañal tenía 47 habitantes, y dentro de su término se encontraban los despoblados de Zaide y Cervantes. En el río Henares se pescaban anguilas y barbos, y juntó a él se encontraba un molino, harinero y maquilero, movido con la fuerza de las aguas, adonde acudían a moler los marchamaleros a través del paraje conocido como Carramolino.
La Guardia Civil y Marchamalo
El Camino Real de Navarra fue paso obligado en el siglo XIX, entre otros, de los ejércitos liberales de Isabel II. Ejemplo de ello son las crónicas que nos quedan de algunos de ellos, como el 2º Batallón de Guías de Luchana, compuesto por 900 plazas (6 Compañías) y que en diciembre de 1840 se encontraba acantonado en Marchamalo en una situación penosa, tal y como informaba por aquel entonces el periódico El Católico: “…llamamos la atención al Señor Ministro de la Guerra que, no habiendo en el pueblo de Marchamalo capacidad para alojar más que 400 o lo mas 500 hombres de forma que no hay casa de infeliz jornalero donde estén alojados 6 y aún 7 soldados y que éstos no tienen más cama que su capote, ni más calor para aliviarse del frío de la estación invernal que el que produce la paja, pues la leña escasea. De aquí el ver a los soldados acudir al toque de fajina cada uno con su cazuela a recoger un rancho que cuando llega al alojamiento ya esta frío; de aquí el estar el Hospital (se encontraba en la calle de la Alameda esquina a la calle de la Luna) lleno de enfermos con calenturas tifoideas por lo que solicitaba al Gobierno que aloje esta tropa en los pueblos inmediatos de Usanos, Chiloeches y Horche donde abunda la leña y otros recursos necesarios”.
Al finalizar la 1ª Guerra Carlista (1833-1840) se agravó el problema de seguridad pública que existía en el ámbito rural de España con el bandolerismo, por lo que el Ministro de la Guerra, Narváez, dispuso en el año 1844 la formación de una fuerza policial de doble dependencia, que en algunas provincias vino a reemplazar a la antigua Santa Hermandad (1476-1835), conocidos popularmente como los ‘Mangas Verdes’. Su reorganización se encargó al Duque de Ahumada, Inspector General Militar y primer Director del Cuerpo. Un nuevo Cuerpo de naturaleza militar en cuanto a organización, y al mismo tiempo sujeto al Ministerio de Gobernación en cuanto a servicios y movimientos quedando desplegado por todo el territorio nacional.
Por aquellos tiempos, numerosos bandoleros y forajidos acechaban los caminos y ventas, tal y como podemos comprobar en mapas de la época, donde curiosamente se advierten los “parajes donde los salteadores de caminos suelen situarse a favor de la espesura que les oculta y la gran extensión de país que desde ellos se descubre” (Itinerario español o Guía de caminos 1798, en el que aparece Marchamalo como zona de riesgo).
(Más sobre la historia de la Guardia Civil en Marchamalo en el número 23 de la Revista Municipal ‘La Voz de Marchamalo’, artículo redactado y documentado por Juan Enrique Ablanque).
El sexenio democrático (1868-1874)
Durante la revolución conocida como La Gloriosa de formará una junta local en Guadalajara entre cuyos componentes se encontraba el marchamalero Manuel del Vado. La junta era profundamente burguesa, al igual que el resto del país. En 1887 se promulgará la ley de asociaciones, inscribiéndose legalmente el PSOE y UGT, no así el anarquismo de la CNT-FAI. Hasta entonces no se había tenido en cuenta ningún aspecto relativo a la situación de los obreros. En el año 1868 nuestro pueblo cambiaría el nombre de la Plaza Mayor por el de Plaza de la Constitución.
En Marchamalo el movimiento obrero y sindical será muy relevante de sus inicios, formado principalmente por jornaleros, pero también por trabajadores de la incipiente industria. Otro ejemplo de este desarrollismo incipiente es la ejecución de la obra más significativa de la provincia de Guadalajara en el siglo XIX y que empleó a cientos de trabajadores, el Canal del Henares.
Su proceso de construcción fue muy lento y costoso, hasta completar el trazado actual a principios del siglo XX, con una longitud de 39 km entre su inicio, en la presa del río Henares en el término municipal de Humanes, hasta su final en Meco.
Con un trazado discurre al oeste de la vega del Henares, de norte a sur, quedó a las afueras de nuestro municipio para quedar posteriormente totalmente incluido dentro de nuestra configuración urbana, siendo un eje central tanto física como económicamente hablando. Para Marchamalo, el Canal del Henares vino a representar un gran desarrollo agrícola y una importante fuente de riqueza, al convertir las tierras de secano en regadíos, permitiendo una agricultura intensiva y productiva que generaba mucha mano de obra y, al mismo tiempo, provocaba el desarrollo de la ganadería y el comercio.
Siglo XX
El siglo XX comienza con la aprobación del reglamento de asociaciones obreras, en octubre del año 1900, además de una permanente crisis política que arranca en el año 1902 con la llegada al trono de Alfonso XIII y concluye en 1923 con la dictadura de Primo de Rivera. Un hecho que impactó fuertemente en la sociedad española fue la Semana Trágica de Barcelona, en el año 1906, como consecuencia de la Guerra de Marruecos. Es en esa ciudad donde se produce el gran auge de las movilizaciones obreras culminada en 1907 con la creación de Solidaridad Obrera, organización anarquista que, junto con UGT, nació como respuesta a la burguesa y nacionalista Solidaritat Catalana.
En 1917, año de la Revolución Rusa, fue convocada una huelga general por la CNT y la UGT que se saldó con un centenar de muertos y miles de detenidos. La lucha social de clases se había convertido en el gran problema de España unido a las denominadas «Cuestión Religiosa» y «Cuestión Militar», además de los movimientos nacionalistas.
Una de las primeras manifestaciones de la zona se produce en 1911, con una huelga de panaderos donde fueron detenidos 42 obreros, algunos de ellos de Marchamalo. Pedían una reducción de la jornada laboral a 8 horas y el incremento de los salarios. Por aquellos años trabajaban incluso niños menores de 10 años. En 1903 el Conde de Romanones controlaba con una estructura clientelar el poder económico y político de la provincia de Guadalajara. Los jornaleros y obreros sólo cobraban el día que trabajaban, no existía la Seguridad Social ni cobertura por desempleo, ni pensiones públicas. En 1921 se aprueba el Seguro Obligatorio de Retiro Obrero.
En 1906 llega la luz eléctrica a Marchamalo y en 1917 se funda la fábrica de la Hispano-Suiza en Guadalajara, dedicada a la construcción de automóviles y material de guerra, junto al paraje de la Regalada. A su inauguración asistió el Rey de España, Alfonso XIII. En ella trabajaron decenas de marchamaleros hasta su cierre.
Ya en el año 1928 será cuando se celebre en Marchamalo el acto de entrega de la gestión del Canal del Henares a la Comunidad de Regantes, firmándose la escritura con asistencia de las autoridades y representantes de los pueblos propietarios del Canal y el Marques del Valle de la Colina (V. Madrazo de Azuqueca) en nombre de los regantes. Marchamalo estaba representado por Eladio Acevedo, pronunciándose varios discursos y una visita al Canal desde el salto hasta el puente de San Miguel.
En 1932 se construye Fibrocementos Castilla, conocida popularmente como La Pizarrita. En ella se ocuparon muchos obreros marchamaleros durante décadas, dedicándose a la fabricación de tuberías para la construcción. Para ello se empleaba un material altamente perjudicial para la salud, el amianto, que causaba enfermedades profesionales como la asbestosis pulmonar y cánceres irreversibles.
En 1928, durante la dictadura de Primo de Rivera, se llevó el agua potable a Marchamalo desde la fuente de El Val, construyéndos los dos puentes de carruajes y el peatonal sobre el arroyo del mismo nombre, junto a la Calle de la Alameda y de la Iglesia, que comunicaban con la Plaza Mayor, también la fuente pública en la Plaza Mayor, el lavadero y el matadero municipal, situado en la calle del mismo nombre. Con la mano de obra de los vecinos y materiales que puso a su disposición la Diputación de Guadalajara. También se construye una escuela con dos aulas en la Plaza de los Pollos y se habilita una pequeña sala en el edificio del matadero para escuela infantil. Se arregló la calle Hita, el Cuartel de la Guardia Civil, situado en el edificio municipal de la Plaza Mayor. Éste albergaría más tarde otra escuela, la farmacia y viviendas en la planta superior. Se celebrará por primera vez la ‘Fiesta del Árbol’. Por aquellos años la UGT alcanzó 100.000 afiliados, siendo bastantes de ellos de Marchamalo, pueblo de gran tradición obrera.
El 14 de abril de 1931 se proclama la II República, que será recibida con gran alborozo en Marchamalo. Poco tiempo más tarde la Federación de Trabajadores de la Tierra se une a UGT, siendo líderes en nuestro municipio Baldomero Alcalde Caro, que luego sería elegido Alcalde en las elecciones de 1936, y Victoriano Recio. Formaron parte de la ejecutiva de Guadalajara, presidida por Gregorio Tobajas. La UGT había superado en el año 1931, en Guadalajara, la cifra de 1762 afiliados. Donde más había crecido el sindicato era en el campo, a través de la Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT), siendo Marchamalo el pueblo de la provincia que contaba con un mayor número de afiliados, con un total de 230.
Ésta era una de las 19 asociaciones obreras concertadas para solicitar arrendamientos colectivos de tierras agrícolas, todo supervisado por el Instituto para la Reforma Agraria (IRA). Las concesiones se solicitaban sobre la base de que había fincas de más de 200 hectáreas y propietarios que no las cultivaban y arrendaban, algo muy usual en siglos pasados. El sindicato de Marchamalo alegaba que para encontrar trabajo sus afiliados tenían que desplazarse a 15 km todos los días para poder comer. En el año 1932 el Jurado Mixto Rural de Marchamalo se reunió en el mes de octubre para concertar unas bases de trabajo entre patronos y obreros. Se pedía una jornada laboral de 8 horas de trabajo y la subida de jornales. El salario mayor que se pedía para los mayorales era de 6,25 pesetas, sin lograr el acuerdo, al que no se llegó por un real de diferencia, solicitando al Gobernador la jornada de huelga.
Un dato que da idea de lo que fueron las elecciones municipales de febrero de 1936 en Marchamalo, es la lista de concejales de distintos partidos de izquierda integrados en el Frente Popular (PSOE-UGT-PCE) que salieron elegidos formando el último gobierno local democráticamente elegido hasta el regreso de la democracia en el año 1977. La lista la formaban Baldomero Alcalde, Marcelino Valentín, Victoriano Recio, Lorenzo Solano, Baltasar Solano, Feliciano Adeva, Inocente Alcalde, Pedro Riofrío e Isidro González.
Estas circunstancias se palpan en noticias de la época, como la del Diario El Sol, de 1934, “Según informes gobernativos la huelga continúa con tranquilidad, solamente en Marchamalo los obreros no asociados sustituyen a los huelguistas, hallándose el conflicto en vías de arreglo entre patronos y obreros. Hay nueve detenidos por ejercer coacciones siendo detenidos los socialistas Teodoro Torreira y Gregorio Tobajas (Secretario de la Federación Provincial de Trabajadores de la Tierra). Hoy fueron detenidos más obreros en Marchamalo y dos socialistas llamados Teodoro Cerrado y Vicente Jabonero siendo conducidos los veinte detenidos a la Prisión Provincial».
Durante la República se tomaron medidas sociales como fueron la ley de contrato de trabajo y la negociación colectiva y los jurados mixtos con arbitraje vinculante, se estableció la inspección de trabajo, los seguros sociales y el seguro de accidentes de trabajo (Mutuas Patronales) y se constituyó el seguro obligatorio de retiro obrero que beneficio a más de 5.000.000 de trabajadores.
Durante el periodo republicano, en 1932, en Marchamalo ejercía su magisterio el maestro Don Julián Feijoo Gallego que pertenecía a la Unión de Maestros Españoles, formando parte del comité de acción que se reunió en Madrid el 10 de agosto de 1932 en el Grupo Escolar de la calle Libertad 31 junto a maestros de otras localidades de España. En la inauguración del curso de ese año de 1932-1933 se proclamaba lo siguiente por el Ministerio de Instrucción Pública: “Hay que crear otra España, y esta nueva España ha de salir preferentemente de las escuelas y la universidad. Los hombres y mujeres de esta generación, los hombres y mujeres de la Republica tienen el encargo de destruir muchos privilegios históricos indignamente injustos. El Estado cumple con la tarea de difundir la enseñanza, de elevar el nivel de capacidad profesional y de abrir el camino de la universidad a las clases sociales modestas, condenadas antes a formar en la masa de obreros manuales. A la labor de fomentar la instrucción pública todos hemos de contribuir rodeándola de entusiasmo. Hemos de pedir que el profesorado tenga el respeto que merece por su alta función y que se le retribuya decorosamente. ¡Todo por una nueva España!”
También en la época republicana, al Ministerio de Instrucción Pública se trasladó una lucha ideológica entre el derecho a una enseñanza libre, racional y gratuita frente a los privilegios de la educación que la oligarquía compartía con la Iglesia Católica. El periodo republicano dará lugar a alternancias de gobiernos de derechas y de izquierdas, dando lugar a que durante 1932 y 1933 se construyeron 6570 escuelas y 7000 plazas de maestro con mejores salarios, promoviendo la creación de universidades públicas con el objeto de extender la cultura que era patrimonio de una minoría.
Para contrarrestar las políticas del primer Gobierno de la República, forma organizaciones católicas como la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y Acción Católica, entre otras, de manera paralela y entrelazada a la movilización llevada a cabo por los partidos políticos derechistas, incorporando a las masas católicas a la escena política. Al finalizar la Guerra Civil, los maestros de escuela, los profesores de instituto y los catedráticos de Univesidad sufrieron una represión inmisisericorde, entre ellos el anteriormente citado maestro de Marchamalo.
Dos hechos de gran trascendencia, entre otros, marcarían el futuro de la II Republica. Primero, el acaecido el 10 de agosto de 1932, cuando se produjo un Golpe de Estado en la ciudad de Sevilla, encabezado por el General Sanjurjo. La asonada militar, conocida como ‘la Sanjurjada’ fue sofocada y Sanjurjo fue deportado a Portugal (fallecería en un accidente de aviación cuando se sumaba al Golpe de Estado de los Generales Mola y Franco en julio de 1936).
Otro hecho con graves consecuencias fue la Revolución de Asturias de Octubre de 1934, donde se produjo el enfrentamiento de mineros y obreros de la cuenca minera asturiana, que habían declarado la huelga revolucionaria, frente a las fuerzas de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, con la posterior intervención del Ejército de África, Regulares y tropas de Marruecos a cuyo frente estaba, entre otros, el General Franco. Franco reprimió con dureza y saña la resistencia de los revolucionarios asturianos.
En el plano internacional, en junio de 1934, en Venecia, se reúnen por primera vez antes de formar el Eje Berlín-Roma, Hitler, que había llegado al poder en Alemania (1933), y Mussolini, que lo había hecho en Italia 10 años antes.
El 18 de julio de 1936 se produce el golpe de Estado encabezado por el General Franco, que tendrá su repercusión en Guadalajara, ciudad que será controlada por las tropas sublevadas y civiles afines al levantamiento dirigidas por el Comandante Ortiz de Zárate. Cuatro días más tarde, el 22 de julio, una columna de militares fieles a la República, al mando del Coronel Puigdengolas, junto a milicianos de Madrid y Alcalá de Henares, así como miembros de la Guardia Civil de la zona, toman la ciudad que estará durante la contienda bajo el control del Gobierno legítimo de la República.
En los combates que tuvieron lugar junto al río y el Hospital Provincial intervinieron algunos vecinos de Marchamalo luchando junto a los rebeldes, siendo al término de dichos combates fusilado el cabecilla de la sublevación, el citado Ortiz de Zárate, junto al puente del Río Henares. Mientras, en el pueblo, los hechos que se producen como consecuencia de la sublevación militar darán lugar al incendio que destruyó la nave principal de la Iglesia de la Santa Cruz y las efigies que albergaba, el 24 de julio 1936, siendo también asesinado ese día en la calle de Hita un marchamalero implicado en la sublevación, ya que muchos milicianos sin control de las autoridades, junto con algunos vecinos, actuarán por su cuenta en pueblos cercanos a la capital como el nuestro. La situación será estabilizada unos meses más tarde. En Marchamalo se implantará una colectividad agrícola bajo los auspicios y el control de la UGT y el Ayuntamiento legalmente elegido en las elecciones de febrero de 1936.
Marchamalo, al estar cerca de la Estación del Ferrocarril y de la Fábrica de la Hispano y el Campo de Aviación (Aeródromo), sufrió los efectos de los bombardeos. Ya el 1 de septiembre de 1936 hubo un fuerte bombardeo que no causó victimas pero si el terror de la población al caer alguna de las bombas cerca del pueblo, en la zona del Ventorro y Marchamalillo. Por ello muchos de los marchamaleros excavaron en las laderas del paraje de San Cristóbal o el Val, hacia el monte de Usanos, unos refugios a modo de cuevas para protegerse de los bombardeos, algunos aún visibles hoy en día. Un día después, unos milicianos fusilaron y asesinaron al cura titular de la parroquia de Marchamalo en el paraje de El Sotillo. Había abandonado el pueblo unos días antes de la sublevación, refugiándose en Guadalajara.
El 6 de diciembre de 1936, 23 trimotores de la Legión Cóndor de la Alemania Nazi, aliados de los sublevados y cargados de bombas explosivas e incendiarias, bombardearon Guadalajara y la Estación provocando la muerte de 40 personas, entre ellos mujeres y niños, y varios heridos de graves que fueron atendidos en el Hospital Provincial, siendo operados y cosidos sin anestesia al estar cortado el fluido eléctrico como consecuencia del bombardeo.
Será uno de los días más aciagos de la historia de Guadalajara, pues además de las víctimas civiles arderán hasta los cimientos varios de sus edificios más emblemáticos, como el Palacio del Infantado. Como represalia al bombardeo, serán fusilados todos los presos de guerra, más de trescientos, encarcelados por su participación o adhesión al Levantamiento y los sucesos que siguieron. Todos se encontraban en la prisión central de Guadalajara, entre ellos algunos marchamaleros. Sólo uno salvó su vida, el cual estaba casado con una vecina del pueblo.
Al acabar la contienda fraticida con la victoria de las tropas franquistas, fueron detenidos en Marchamalo y enviados a prisión casi un centenar de personas, tanto hombres como mujeres, mientras que otros serían enviados a campos de trabajos forzados. De ellos, tres fallecerían en prisión y otros cinco serían fusilados y asesinados en las tapias del cementerio de Guadalajara después de juicios militares sin garantía jurídica, dentro de la conocida como Causa General, que depuraba las supuestas responsabilidades de los vencidos y, al mismo tiempo, exoneraba las que pudieran derivar de los vencedores.
Con el paso del tiempo, la tragedia de la Guerra Civil se fue superando bajo el régimen de la Dictadura de Francisco Franco que se estableció al acabar la contienda por parte de los vencedores. Como curiosidad, en Marchamalo nunca se cambió el nombre de las calles, siendo uno de los pocos pueblos de España donde la nomenclatura no se vio poblada de nombres que hacían referencia a personajes del bando franquista.
El Franquismo
Durante el periodo franquista, el nacional-catolicismo se impondrá en la sociedad española. Lo verdaderamente significativo es que la religión invade desde la esfera más privada de la vida del individuo hasta su modo de conducirse en la sociedad, desde como ha de vestir la mujer a los libros de texto que se han de estudiar, la censura en el cine y en los medios de comunicación, así como cualquier aspecto de la vida (ver los libros de fotografías de Marchamalo y en concreto la historia del cine en la localidad).
Las penurias derivadas de la postguerra afectaron en gran medida a muchas de las familias de Marchamalo. A partir de la década de 1950 se logra una ligera y progresiva mejoría en las paupérrimas condiciones de vida de la mayor parte de marchamaleros, la cual se vería incrementada en la década de los años 60, coincidiendo con la época conocida como ‘El Desarrollismo’. Durante este tiempo se construyó un nuevo grupo escolar en las Eras Blancas (1968) y, en los años 70 se logra instalar la red de aguas fecales, se canalizan los arroyos y se arregla la Plaza Mayor.
Todo el casco urbano sufrió su gran modificación en los años 70, especialmente la Plaza Mayor, en la que se incorporó la fuente actual, junto con el losado y la instalación de la red de saneamiento y la conducción de agua potable a las viviendas, que hasta entonces sólo contaban con pozos, muladares, basureros y algún servicio artesanal. Poco tiempo llegan los nuevos adelantos a los hogares en forma de electrodomésticos.
Antes del final de la Dictadura Franquista, que se produce algunos meses después del fallecimiento de Franco el 20 de noviembre de 1975, Marchamalo perderá la condición de municipio que conservaba desde 1627 por decreto gubernamental. El 8 de enero de 1973, unos días después del asesinato del Presidente del Congreso, Carrero Blanco, en un atentado terorista, y casi 350 años después de que Marchamalo se erigiera en Villa, nuestro pueblo pasó a ser un simple barrio de Guadalajara, incluido dentro de un proceso generalizado de agrupamiento de municipios determinado por el Consejo de Ministros. Antonio del Vado, último Alcalde del franquismo, no se opuso al proceso decretado desde el gobierno.
La Riada
Hace más de medio siglo, el 14 octubre de 1961, Marchamalo sufrió una terrible riada, conocida popularmente como ‘La Venida’, que marcó un recuerdo imborrable en aquellos que la vivieron. La situación del casco urbano y la orografía del terreno hacen de Marchamalo un pueblo vulnerable a las riadas. No obstante, por aquel entonces otros pueblos también se inundaron, tal fue el caso de Guadalajara, Horche, Humanes, Torre del Burgo, Yunquera, Fontanar, Cabanillas, Alovera, Azuqueca y Villanueva de la Torre, hasta el punto de que sería decretada posteriormente una ayuda económica para la recuperación agrícola de la zona afectada por la conocida como ‘Riada del mes de Octubre’.
En el periódico Nuevo Alcalá y en su edición del 17 de octubre de 1961 se daba la noticia hablando de una “impresionante inundación ocurrida en la noche del sábado, cuando el río Henares, tan pacífico y alabado en la Edad de Oro por los poetas, sufrió un incremento de nivel tan grande que inundó varios barrios de la ciudad”. En ese año Marchamalo contaba con 1.913 habitantes. Eran los años del desarrollo industrial y demográfico de la zona, por lo que su población se vería incrementada en esa década por la llegada de inmigrantes de otras regiones españolas como Extremadura, Andalucía o de la zona de La Mancha, así como de otros lugares de la propia provincia, alcanzando las 2.620 personas en el año 1.970.
Por aquel entonces las calles y las plazas no estaban asfaltadas y la acometida del agua corriente así como la de las aguas residuales todavía no había llegado a las viviendas. En la Plaza Mayor se encontraba la fuente y el pilón. Dos arroyos conocidos como Berlinches (Barranchel) y el del Val, al que se une el de Valhondo y La Dehesa, cruzaban el pueblo, uniéndose en el Puente, junto a la Plaza Mayor.
Estas circunstancias de confluencia de las aguas de escorrentía llegadas de los montes de Usanos fueron determinantes para que el pueblo acabara inundándose. Una terrible tormenta conocida por los meteorólogos como gota fría, que devino en una gran riada que asoló gran parte de la provincia. Aunque por suerte, no causo víctimas mortales, la riada si produjo numerosas pérdidas materiales, económicas y daños en la agricultura que lastraron durante años a los marchamaleros.
(Más sobre la historia de la Riada de Marchamalo en el número 22 de la Revista Municipal ‘La Voz de Marchamalo’, artículo redactado y documentado por Juan Enrique Ablanque).
La llegada del fútbol a Marchamalo
Allá por los convulsos años 30 del siglo pasado, Marchamalo contaba con apenas de 1400 habitantes, siendo la agricultora, la panadería y el trabajo industrial de las fábricas cercanas, como la Hispano (1920) o la Pizarrita (1932), las actividades que ocupaban a gran parte de la población. A pesar de los duros trabajos que ocupaban gran parte de la jornada, los gallardos aún lograban encontrar algo de tiempo libre para dedicarlo a sus deportes favoritos: el juego de pelota, el lanzamiento de la barra, el ciclismo, y, sobre todo, el fútbol.
El juego de pelota-mano, muy extendido en Castilla y en el norte de España, se jugaba en un frontón construido para tal fin en el año 1920 en la Plaza de los Pollos, el cual sería desde entonces conocido popularmente como ‘juego de pelota’. Manos de hierro acostumbradas a los duros trabajos en el campo competían en emocionantes partidos seguidos con asiduidad por numerosos aficionados.
No menos popular era el lanzamiento de la barra, el cual tenía un escenario predilecto en la Plaza Mayor, en especial los domingos y durante las Fiestas Patronales del mes de mayo, fechas durante las cuales se celebraban también otros juegos como el de ‘saltar las mulas’, tradición popular de la época.
El ciclismo fue otro de los deportes favoritos de los marchamaleros, quienes contamos con corredores destacados en las carreras que discurrían por las carreteras y pueblos de la provincia, compitiendo con bicicletas de tubulares que ofrecían la posibilidad de colocarlas fácilmente entre los brazos y la espalda en caso de avería, debido a que los pinchazos eran bastante frecuentes.
No obstante, un nuevo deporte que llegó a España con los albores del siglo XX hizo furor entre los marchamaleros, imponiéndose su práctica entre los más jóvenes: el fútbol. También conocido popularmente como balompié, había llegado a la provincia de Huelva a través de los ingenieros ingleses que compraron las minas de Riotinto en el año 1873. Los trabajadores, durante los días de descanso, se dedicaban a este deporte jugando con pelotas de trapo rodeadas de cordel.
De la propagación de este deporte en el seno de la sociedad de nuestro país podemos hacernos una idea referenciando el texto publicado en 1897 por el marchamalero García Fraguas, según el cual el balompié era “aún más desconocido en España que el rounders, pues jamás hemos tenido ocasión de presenciar ni oír ni referir ninguna partida de este juego entre la juventud de nuestro país”.
El primer gran cambio en el fútbol español llega en 1926 cuando, tras un largo proceso de debate, los clubes aprueban el Primer Reglamento del Fútbol Profesional español. La competición liguera trajo consigo una extensión de la práctica del fútbol al más amplio estrato de la sociedad española, siendo así como empezó a tener un fuerte arraigo entre los marchamaleros durante los años 30.
Mucho tuvo que ver en ello la circunstancia derivada de que un pueblo de naturaleza agrícola se ubicaran cercanas al casco urbano numerosas ‘eras de pan trillar’, la mayoría de ellas empedradas y cubiertas de una espesa capa de hierba natural y grama que las convertían, también por sus dimensiones, en improvisados campos de fútbol ideales para la práctica de este deporte.
A partir de entonces el entusiasmo por este deporte iría en aumento, como lo demuestra el hecho de la fundación de los dos primeros clubes de fútbol de la historia del municipio: el Club Deportivo Republicano (1931) y Club Deportivo Campiñés (1932).
No existen documentos ni archivos sobre los pormenores de la fundación de estos dos clubes, pero sí la constatación de su existencia en las hemerotecas, donde aparecen las noticias deportivas de aquellos años, como se ha podido comprobar. Al mismo tiempo, la memoria popular, como en tantas ocasiones, guarda los más valiosos recuerdos, los preciados testimonios de las personas que vivieron en aquellos tiempos.
Todo ello ha sido corroborado por los periódicos de la época, que, como Flores y Abejas, reflejan los acontecimientos deportivos que nos han permitido contrastar con certeza la existencia de estos dos clubes, los cuales competían con equipos de la ciudad de Guadalajara y otros pueblos.
Siglo XXI
La Nochevieja del año 1998 es para cualquier marchamalero una de esas fechas que nunca se olvidan. Se quedan ahí, grabadas en el inconsciente colectivo, eso que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Aquel 31 de diciembre el por entonces alcalde de Guadalajara, José María Bris, y el alcalde pedáneo de Marchamalo, Juan Armando Monge, se fundieron en un abrazo inmediatamente después de firmar el convenio definitivo que regiría el proceso de desanexión de la población gallarda con respecto de la capital de la provincia.
En ese momento, Marchamalo volvía a ser un municipio autónomo después de 26 años unido administrativa y legalmente a Guadalajara, acontecimiento tan largamente esperado que no fue de extrañar que la fiesta posterior, con música, baile y fuegos artificiales se alargara hasta bien entrada la madrugada del 1 de enero del año 1999, el primer día de Marchamalo como municipio autónomo desde 1973.
Pero lo cierto es que esa alegría colectiva a las puertas del nuevo siglo había sido más que controvertida durante las casi tres décadas anteriores. El proceso de anexión y de desanexión de Marchamalo, siempre entre los cinco municipios más grandes de la provincia, fue polémico ya desde su raíz, cuando a las puertas del final de la dictadura franquista el pueblo se vio envuelto en un proceso generalizado de agrupamiento de municipios determinado desde el Consejo de Ministros y por Decreto, como por entonces era habitual. Así, de un plumazo, se ponía fin a 350 años de autogobierno en Marchamalo, contados a partir del momento en el que sus vecinos, con su propio sudor medido en reales, lograron su condición como villazgo.
“Todo fue causa de un decreto que estaba en marcha. Venían a por nosotros, por las buenas o por las malas, y fue cuando pensé que sería mejor por las buenas”, declaró ya en 1999 Antonio del Vado, alcalde de Marchamalo al que le tocó ver cómo un pueblo de más de tres mil habitantes, en un emplazamiento privilegiado y con una industria incipiente perdía su autonomía, mientras que a él le despojaban de su cargo. La tímida, por inerte, reacción ciudadana no logró modificar los designios del Gobierno, como cabía esperar, comenzando así un proceso de dependencia del que sería complicado zafarse en el futuro.
Con la llegada de la democracia y las elecciones libres el PSOE no tardaría en hacerse con el timón en el Ayuntamiento de Guadalajara, pasando a ser uno de sus militantes alcalde pedáneo de Marchamalo. Desde entonces Fernando Olalla se convertiría en un emblema para los marchamaleros, no ya únicamente por su compromiso con su pueblo, sino también por su determinante papel en el proceso de desanexión y el desafortunado momento en el que llegaría su muerte.
En medio de un fuego cruzado en la lucha por la alcaldía de Guadalajara, Olalla tuvo que defender los intereses de Marchamalo como municipio con tino y cautela. Mientras que el voto marchamalero se revelaba como determinante en las urnas que decidían el color del gobierno de la capital, Olalla conseguiría convencer a sus compañeros de partido de la necesidad de que Marchamalo avanzara en su autogobierno, constituyéndose en 1994 como Entidad de Ámbito Territorial Inferior al Municipio (EATIM).
Para entonces la dependencia respecto a Guadalajara ya no era ninguna tontería, debido a la existencia de servicios totalmente vinculados a la ciudad vecina, caso de la depuradora, la policía municipal, el servicio de recogida de basuras o la línea de autobús urbano. Un vínculo práctico que nada tenía que ver con la historia, pero cuyos lazos se antojaron casi tan fuertes como los de cualquier pareja de gemelos. La EATIM pronto se demostró ineficiente para con las demandas de los vecinos de un municipio que incluso había aumentado significativamente su población, pero la despreocupación y las comodidades del vínculo con Guadalajara hicieron que la balanza se mantuviera equilibrada.
Pero a pesar de la incertidumbre que se vivía en las calles, la Junta Vecinal compuesta tras las elecciones de 1995, de nuevo con Olalla a la cabeza, continuó apostando por la independencia. De este modo, en 1996 dicha Junta Vecinal, compuesta por tres representantes del PSOE y dos del PP, acuerda por unanimidad iniciar el proceso de desanexión, que arrancaría con una consulta popular celebrada tan sólo un mes después. Fue entonces cuando el pueblo de Marchamalo se pronunció de manera definitiva sobre su intención o no de mantener su destino ligado al de una ciudad de la que, además de un río y cinco kilómetros de carretera, le separaba un mundo de necesidades reales.
Del resultado del referéndum pudieron obtenerse dos lecturas claras, aunque diferentes. Por un lado su participación, que superó ligeramente el 55%, puso de relieve la incertidumbre de un numeroso sector de la población hacia el proceso, temerosos de la posible pérdida o reducción de servicios públicos. Y por el otro la amplia victoria del “sí”, que con 1.776 votos supuso un 82,5% del escrutinio final.
“En cuanto al pueblo de Marchamalo le han dado voz, ha emitido su veredicto. Con esta consulta ha quedado bien claro que el pueblo está deseando separarse de Guadalajara para iniciar la andadura que hará que sea uno de los mejores pueblos de la provincia en un plazo muy cercano”, declaró con entusiasmo Olalla al final de una jornada histórica en la que acabó sacado a hombros.
A partir de ahí vendría otro proceso no menos complicado, el de la negociación del convenio de segregación con Guadalajara. Durante el mismo, gracias a la buena disposición de ambos municipios, que pensaron siempre primero en los vecinos, y a la paciencia y pericia de Juan Armando Monge, abogado y mano derecha de Olalla en el consistorio gallardo, se logró que Marchamalo conservara la práctica totalidad de los servicios que venía recibiendo en el pasado, pagando por ellos, claro está.
Cronología de la independencia de Marchamalo
8-1-1973. El Consejo de Ministros aprueba la anexión de Marchamalo como barrio a Guadalajara.
29-1-1993. El pleno de Guadalajara aprueba la constitución de Marchamalo como EATIM.
18-1-1994. El Consejo de Gobierno regional declara a Marchamalo EATIM.
28-3-1994. Se constituye la Junta Gestora encabezada por Fernando Olalla, alcalde pedáneo desde 1981, Juan Armando Monge (PSOE) y Mario González (PP).
28-5-1995. Olalla resulta elegido alcalde de manera democrática por primera vez desde la II República.
18-10-1996. La recién constituida Junta Vecinal formada por tres miembros del PSOE (Olalla, Monge y Consuelo Biosca) y dos del PP (González y Braulio Ayuso) acuerda unánime iniciar el proceso de desanexión.
17-11-1996. Se celebra un referéndum en el que el 82,5% de los votos respaldan la independencia.
26-9-1997. El Ayuntamiento de Guadalajara aprueba el expediente de segregación refrendado en Marchamalo y abre el plazo de alegaciones.
9-3-1998. Remitido el expediente a la JCCM, la Junta Vecinal solicita que la conversión en municipio se haga efectiva el 1 de enero de 1999.
15-6-1998. El Consejo de Gobierno regional aprueba el expediente de segregación, último paso necesario para lograr la desanexión.
15-9-1998. Muere Fernando Olalla, cabeza visible del proceso de autonomía.
31-12-1998. José María Bris y Juan Armando Monge firman el convenio por el que Marchamalo se convierte en municipio.
2-1-1999. Se constituye el Ayuntamiento de Marchamalo con once concejales. Juan Armando Monge, María Cruz Aguirre, Carmen Bravo, Antonio Murillo y Rafael Esteban por el PSOE; Mario González, María Luisa Muñoz, Jesús del Castillo y Braulio Ayuso por el PP; y Antonio Cezón y José Mª Sanz por IU.
13-6-1999. Se celebran las primeras elecciones municipales como municipio autónomo. El PSOE arrebata un concejal al PP y otro a IU, logrando la mayoría absoluta con Monge de candidato. Pese a todo, forma gobierno de coalición con IU.
Patrimonio Histórico
El municipio de Marchamalo no es un lugar especialmente señalado por su relevancia monumental, pero sí se conservan algunos edificios con un reseñable valor histórico y enclaves significativos para nuestra historia.
En el casco urbano, los elementos históricos más relevantes corresponden a la Edad Moderna de nuestra era, llegados de la mano del progreso y enriquecimiento del Imperio Español y la Iglesia Católica, que favorecerán el crecimiento de Marchamalo y su consolidación como población y, después, villazgo con jurisdicción propia.
Los más señalados se encuentran en torno a la Plaza Mayor, de configuración típicamente castellana, fue concebida como centro de la villa tras la Reconquista y durante el Renacimiento, con el Ayuntamiento, la Iglesia y casas señoriales y la del cura construidas a su alrededor. Nuestra Plaza Mayor puede presumir de ser la más grande de la provincia, con cerca de 5.000 m2 de superficie.
Otro elemento fundamental que conservamos en el municipio es nuestra picota o rollo jurisdiccional, enclavado a la entrada de la villa, al pie del Camino Real de Aragón y Navarra haciendo ver la condición de población con capacidad de impartir justicia en su territorio.
Con el paso del tiempo, otros elementos han ido marcando la historia de Marchamalo, de los que también hacemos aquí una breve recopilación (información más detallada en los enlaces de la derecha):
Iglesia de la Santa Cruz (siglo XVI): de estilo mudéjar toledano, se construyó sobre otra más antigua bajo la dirección de los maestros aparejadores Pedro de Medinilla y Juan de Ballesteros, destacando su torre de ladrillo rematada por un elevado chapitel de pizarra. Este chapitel fue sustituido a principios del s.XX, debido a su mal estado y el alto coste de su restauración.
El incendio de 1936 destruyó algunas piezas del interior y su techo, siendo restaurada más tarde y viviendo sucesivas reformas hasta la actualidad. Alberga en su interior las imágenes del Santo Cristo de la Esperanza, Patrón de Marchamalo, y de San Isidro, Patrón de toda actividad agrícola y ganadera.
Ermita de la Soledad (siglo XVII): en el año 1660 se concluye la construcción de esta ermita, en lo que se conocía como las Eras de la Veracruz. Sin duda heredera de la Cofradía de la Veracruz, que contaba con varias fincas en nuestro término, cuenta con una sola nave, estando construída en ladrillo.
Es la única de entre las numerosas ermitas que hubo en el término que aún permanece en pie, debido en gran parte al giro conservador impuesto por la Iglesia con la Contrarreforma tras el Concilio de Trento. Alberga en su interior la imagen de la Virgen de la Soledad, y junto a ella se enclavan los cementerios cristiano y municipal de la localidad.
Palacio de Ramírez de Arellano (s. XVI-XVII): construido por la familia Ramírez de Arellano, emparentados con los Zúñiga, fue habitado por Francisco Calvo, comisario del Santo Oficio y persona influyente durante el siglo XVIII.
Más tarde, este palacio sería cuartel general de Felipe V en la zona de la Campiña durante la Guerra de Sucesión (1706). Actualmente alberga un reconocido negocio de restauración y está abierto a sus clientes, estando recuperado todo su interior.
Casona de Zúñiga y Valdés (siglo XVI): fue edificado por las familias Vera y Zúñiga, sufriendo largos periodos en los que se ha hallado deshabitado, dado que el mayorazgo al que pertenecía residía en Guadalajara. Posee un patio con fuente central y un bello artesonado de madera en el interior del edificio, de ladrillo, en el que se inspiró el actual Ayuntamiento.
Su dueña cedió la era existente frente a él al municipio, donde ahora se levanta un edificio empleado como centro educativo. Actualmente es de uso privado y no admite visitas.
Rollo o Picota de Marchamalo (siglo XVII): símbolos de la autonomía de una población para impartir justica, el rollo o picota de Marchamalo se erigió a su entrada por el Camino Real de Aragón y Navarra en 1627, después de que la población comprara su condición de villazgo. Más tarde este emplazamiento quedaría dentro del cementerio.
Su diseño es sencillo, de columna toscana sobre una grada de piedra, de la cual es visible sólo un peldaño a pesar de tener otros dos enterrados. La horca, con el mismo fin, se levantó en el lado opuesto del pueblo, sin que exista vestigio alguno de la misma.
Plaza de la Cruz: plazuela del originario Barrio de Abajo llamada de la Cruz Verde en alusión a la enseña del Santo Oficio, pues allí se encontraba la primera casa del cura, propiedad de un comisario de la Inquisición, Francisco Calvo, influyente personaje del siglo XVIII, y su hermano, alférez de galeras de España.
Hoy está presidida por una reproducción de la picota original, erigida sobre una fuente ornamental y una pequeña plazoleta, símbolo de la condición de villazgo que alcanzó el municipio.
Canal del Henares: siendo uno de los proyectos de obra civil más importantes, del siglo XIX, su proceso de construcción fue muy lento y costoso, hasta completar el trazado actual a principios del siglo XX, con una longitud de 39 km entre su inicio, en el término municipal de Humanes, hasta su final en Meco.
Para Marchamalo, el Canal del Henares vino a representar un gran desarrollo agrícola y una importante fuente de riqueza, al convertir las tierras de cultivo de secano en regadíos.
Puente de San Miguel: se trata de uno de los puentes cruzaban el Canal del Henares desde su construcción inicial, por lo que data de los primeros años del siglo pasado. Todos de similares características, se erigió en piedra y ladrillo, situándose a las afueras del municipio.
Debido a su gran valor sentimental, se ha reconstruido íntegramente con una situación preminente en el parque que lleva su nombre, el Parque de San Miguel, ya que hubo de ser sustituido por como consecuencia nuestro desarrollo urbano.
Banco de la Paciencia: este emblemático rincón del municipio, cargado de la ideosincrasia social de toda una época, ha recuperado su lugar preminente en la Plaza Mayor gracias a la instalación de una réplica de lo que fue durante siglos, un lugar de encuentro y reunión preferente para los gallardos.
En sus orígenes, allá por el siglo XVIII, este era el lugar de contratación para los jornaleros en las diversas faenas que necesitaba el campo, ya fuera regar, labrar, segar o cualquier otra tarea para la que eran contratados por días y en la mayor parte de los casos de forma intermitente.
Su existencia queda constatada, además de por la memoria popular, por el Catastro de la Ensenada, que recoge este lugar expresamente en su relación de bienes y patrimonio de Marchamalo fechada en 1750.
Personalidades
La historia de Marchamalo ha estado salpicada por el papel que determinados personajes llevaron a cabo en el municipio. Individuos que debido al poder que acumulaban, su carisma, su iniciativa o el respeto que profesaban entre sus convecinos han sido relevantes en nuestra trayectoria.
También hay personajes que, sin formar parte de la sociedad marchamalera, estando meramente de paso o sin ni siquiera llegar a pisar en nuestra población influyeron de manera muy importante en su historia. En su mayoría reyes, nobles o militares cuya presencia o por la influencia de sus decisiones se hizo ver cómo el devenir histórico de Marchamalo era alterado.
Sin duda el papel más relevante en la historia intrínseca de nuestro municipio lo tendrían los nobles y clérigos que vivieron y rigieron su destino durante la Edad Media y Moderna, mientras acumularon el poder político y económico.
Más adelante, éste pasaría a depender de las vicisitudes y vaivenes de los poderes políticos que imperaron en España durante los siglos XIX y XX, época en cual nuestra localidad comenzaría a cambiar de forma importante, aunque por suerte, el cambio más relevante no llegaría hasta las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del presente, en el que las instituciones democráticas con representantes libremente elegidos por todos los ciudadanos, propiciarían el cambio definitivo hacia la modernidad de nuestra localidad.
De todos estas personalidades se irán escogiendo algunas, en base al trabajo de nuestro Cronista Oficial, su relevancia o el valor de su esfuerzo para con los marchamaleros, para desgranar después pormenorizadamente su trayectoria en este portal web.
De entre todos ellos, les ofrecemos la biografía de los primeros: