El Catastro del Marqués de la Ensenada de 1750
Don Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, Ministro de Justicia de Fernando VI (1740-60) fue el impulsor de un catastro que intentó ser el intento más serio de reforma fiscal llevado a cabo en la Corona de Castilla durante el siglo XVIII. La finalidad de dicho Catastro era «que pague cada vasallo a proporción de lo que tiene siendo fiscal uno de otro para que no se haga injusticia ni gracia».
Marchamalo fue el pueblo elegido en la provincia para responder con mayor amplitud al cuestionario y declaraciones contenidas en el Catastro, datos que permiten comprobar con absoluta minuciosidad la propiedad de los bienes del clero regular y secular y de los seglares, así como otros relativos a la vida económica y social de la Villa de Marchamalo.
«El día 23 de enero de 1751, Don Juan Díez del Real, Corregidor de la Ciudad de Guadalajara, asistido de los señores Manuel Ablanque (alcalde) y Eulogio Calvo (regidor), alcaldes ordinarios de esta villa y habiendo precedido toque de campana, expresaron ser la señal que acostumbran para convocar a público concejo y acudir a él mucha multitud de vecinos».
«Decimos jurados, la justicia, regimiento y procurador síndico de esta Villa de Marchamalo, que cumpliendo con lo mandado por el bando fijado por el Señor Intendente de la Provincia y Ciudad de Guadalajara en el lugar conocido como el Banco de la Paciencia, que juramos que los bienes que tiene de sus propios y común de los vecinos, así tierras, casas, monte y otras propiedades, es como sigue:
Propiedades del Ayuntamiento: Ganado de cerda, ya que tiene esta villa un cerdo para padre que se nombra el Berraco del Concejo. Tierras de buena calidad en Marchamalillo, en Carraladehesa, Valhondillo. Dehesa de esta villa, con robledal de 100 fanegas, que se usa como dehesa boyal para los ganados, junto con otra tierra de 16 fanegas en el pago de El Val. Casas propias: la casa del Ayuntamiento, con sala capitular para junta de la justicia, y otras oficinas, cárcel, cuadra, corral, pozo y pila. En la cámara se ocupan de los granos del caudal, el pósito real. Casa y oficina de carnicería, que sirve al obligado de carnes para pesarla y obligarla. Casa y oficina que sirve de taberna, otra que sirve de tercia, y en ella cuatro tinajas para envasijar el vino, otra más que sirve de fragua y herrería, otra de abacería, pescado y aceite».
«También hay Los mesones y posadas. calle real mayor (hita) y otro en las eras blancas (doña Eladia) y calle de la Cruz Verde (de la Luna), el Hospital (calle Alameda). Molino de aceite (calle Alameda), molino de harina (junto al río Henares en el término del Cañal, propiedad del Conde de Humanes).
«Como Casas-Palacio: de las eras Blancas (familia Zúñiga y Valdés, del siglo XVI) y el de la Plaza Mayor (Ramírez de Arellano s.XVII)».
Banco de la Paciencia
Con este curioso nombre se denominaba al lugar situado en la Plaza Mayor jutno a la dependencia municipal que servía de fragua y el arroyo del Val, cercano al lugar que hoy se conoce como «el Puente», donde el siglo pasado existía una taberna.
El Banco de la Paciencia era una viga de madera, posiblemente de la antigua almazara en sus últimos tiempos, que servía como asiento y lugar de reunión a los vecinos de la villa. El origen del nombre venía determinado por ser el centro de reunión donde se contrataba a los jornaleros. Estos trabajadores que dependían del jornal como único medio para sustentar a sus familias no les quedaba más remedio que tener paciencia a la espera de ser contratados en las faenas agrícolas por los colonos o dueños de las fincas, la mayoría de ellas en poder de los conventos y nobleza de Guadalajara y Madrid.
La situación de los jornaleros era angustiosa, pues no sólo dependían del jornal y su contratación, sino también si se accidentaban o enfermaban, al no tener otro medio de subsistencia, quedaban a expensas de la caridad pública, llegando en algunos casos a situaciones de pobreza extrema. Aún así la solidaridad y toma de conciencia del problema por los vecinos quedaba reflejada en las respuestas generadas al Catastro, donde se denuncia la situación con precisión.
«A la trigésimo sexta pregunta dijeron que los pobres de solemnidad que se conocen en esta villa son cuatro, pero que además de los 69 jornaleros que llevan expresados, los 40 de ellos, si caen enfermos, se inhabilitan de forma que para su manutención por la justicia se depuran personas que pidan limosna, pues sin este arbitrio u otro semejante, eran forzoso, perecieran».
El Banco de la Paciencia era y es el punto de encuentro, el lugar de reunión de las gentes de Marchamalo. Allí se juntan desde tiempos inmemoriales los vecinos para comentar y conversar sobre los avatares de la vida, el partido de fútbol o que los melones ya no saben como antaño, mientras lanzan alguna mirada de soslayo sobre cosas que merecen la pena.
Así se reconoce como lugar de reunión y mentidero de la Villa en el Catastro de la Ensenada, ya que, en el mismo, se ordena colocar el Bando ordenado por el Corregidor de la Ciudad de Guadalajara, siendo Rey Fernando VI, el 17 de Septiembre de 1.750.