No obstante, un nuevo deporte que llegó a España con los albores del siglo XX hizo furor entre los marchamaleros, imponiéndose su práctica entre los más jóvenes: el fútbol. También conocido popularmente como balompié, había llegado a la provincia de Huelva a través de los ingenieros ingleses que compraron las minas de Riotinto en el año 1873. Los trabajadores, durante los días de descanso, se dedicaban a este deporte jugando con pelotas de trapo rodeadas de cordel.
De la propagación de este deporte en el seno de la sociedad de nuestro país podemos hacernos una idea referenciando el texto publicado en 1897 por el marchamalero García Fraguas, según el cual el balompié era “aún más desconocido en España que el rounders, pues jamás hemos tenido ocasión de presenciar ni oír ni referir ninguna partida de este juego entre la juventud de nuestro país”.
El primer gran cambio en el fútbol español llega en 1926 cuando, tras un largo proceso de debate, los clubes aprueban el Primer Reglamento del Fútbol Profesional español. La competición liguera trajo consigo una extensión de la práctica del fútbol al más amplio estrato de la sociedad española, siendo así como empezó a tener un fuerte arraigo entre los marchamaleros durante los años 30.
Mucho tuvo que ver en ello la circunstancia derivada de que un pueblo de naturaleza agrícola se ubicaran cercanas al casco urbano numerosas ‘eras de pan trillar’, la mayoría de ellas empedradas y cubiertas de una espesa capa de hierba natural y grama que las convertían, también por sus dimensiones, en improvisados campos de fútbol ideales para la práctica de este deporte.
A partir de entonces el entusiasmo por este deporte iría en aumento, como lo demuestra el hecho de la fundación de los dos primeros clubes de fútbol de la historia del municipio: el Club Deportivo Republicano (1931) y Club Deportivo Campiñés (1932).
No existen documentos ni archivos sobre los pormenores de la fundación de estos dos clubes, pero sí la constatación de su existencia en las hemerotecas, donde aparecen las noticias deportivas de aquellos años, como se ha podido comprobar. Al mismo tiempo, la memoria popular, como en tantas ocasiones, guarda los más valiosos recuerdos, los preciados testimonios de las personas que vivieron en aquellos tiempos.
Todo ello ha sido corroborado por los periódicos de la época, que, como Flores y Abejas, reflejan los acontecimientos deportivos que nos han permitido contrastar con certeza la existencia de estos dos clubes, los cuales competían con equipos de la ciudad de Guadalajara y otros pueblos.